Formar y educar a los hijos para que descubran su camino de realización personal implica mucha responsabilidad. Los hijos no son una propiedad, sino un regalo de Dios y los padres deben reconocer que son los primeros responsables en esa tarea fundamental.
Actualmente, ante la situación de tantas familias resquebrajadas, se cuestiona si de lo que estamos hablando es algo realmente viable para la vida de tantos hijos. Es evidente la gran cantidad de problemas y dificultades que son comunes entre los jóvenes, que esa educación y formación pareciera ser algo que se acerca cada vez más a una utopía.
Ataques contra la familia
Además, de la cantidad de ataques que sufre la familia, la manera cómo entienden los esposos esa responsabilidad en la vida de sus hijos y cómo la asumen, nos hace reflexionar sobre si ese horizonte tan importante para niños y jóvenes, es viable. No se trata de un asunto para tomarse a la ligera. Como papás cabe preguntarse, ¿cómo entendemos la responsabilidad para con los hijos? ¿Cómo asumimos esta tarea? ¿Cuánto nos esforzamos por aprender a educar adecuadamente para una tarea tan primordial como la que se tienen con los hijos?
Seamos realistas, la verdad es que cada vez se hace más difícil encontrar familias bien constituidas y capaces de asumir esta responsabilidad. Son tantas las responsabilidades que tienen los papas, que cada vez tienen menos tiempo para estar con sus hijos. Además, si sumamos el influjo negativo que el mundo ejerce en los jóvenes, con valores equivocados y felicidades engañosas, el panorama se vuelve cada vez más oscuro. Es triste, pero no podemos ser ingenuos. Ante todo eso, se puede entender mejor por qué tantos jóvenes carecen de fundamentos básicos para un sano desarrollo personal. Normalmente, la mayoría no es capaz de descubrir y realizar su propia identidad personal.
El amor: ingrediente principal
Los padres tienen que entender que cada uno de ellos aporta. Asimismo, que se complementan en esa meta importantísima para brindar a sus hijos una base consistente y que puedan vivir auténticamente. Los padres son los primeros que enseñan a sus hijos qué significa amar y ser amado. Condición imprescindible para que aprendan a ser personas, y que vivan la dimensión esencial de encuentro y comunión con los demás.
La familia es el ámbito privilegiado para aprender a vivir la verdad y la bondad. Obviamente, si es que los padres, en primer lugar, saben qué es la verdad, y cómo se discierne lo bueno de lo malo. De otra manera los hijos no sabrán cómo ser veraces, honrados, responsables, generosos y fraternos; por decir simplemente algunas variables importantes de la vida. La familia es comunidad privilegiada para la transmisión de la fe. Así es como uno aprende a ser cristiano y entiende lo importante que eso significa para la vida.
La familia: fuente de inspiración
Finalmente, la familia es insustituible. Un hogar correctamente fundado es terreno fértil para que los niños puedan aprender a respetarse y descubrir el valor y dignidad que poseen. Padres y madres deben aprender a cargar esa responsabilidad. Deben preguntarse, ¿soy consciente de lo que significa ser padre? ¿Estoy dispuesto a cambiar lo que sea necesario para vivir coherentemente como padre y madre?
Por: Pablo Augusto Perazzo
Mg. en Educación