Compartir:

La fidelidad como ejercicio cotidiano de la indisolubilidad fructifica en la fecundidad. El primer sentido, más directo y evidente, es la apertura a la vida de los hijos que modera y ordena la vida sexual de los cónyuges convirtiéndola en fuente y expresión de la gracia. Pero este primer sentido es, a su vez, signo de algo más profundo, de raíces más hondas que brotan desde el corazón de Dios. La fecundidad conyugal y familiar es una manera específica que los esposos tienen de participar de la fecundidad del Amor de Dios que, como en el caso de la fidelidad, se amplía de modo natural como fecundidad apostólica, servicio a la Iglesia en el apostolado con todas las personas que encontramos en nuestro peregrinar.

fecundidad

La fecundidad es una de las principales leyes del Amor de Dios que nos da la vida y quiere que todos vivamos; por ello, no puede reducirse a la experiencia biológica y aunque tenga en ella una de sus expresiones más palpables, el fundamento de la fecundidad es una realidad antes que nada espiritual, porque Dios es Espíritu, y sin su Espíritu, la misma fecundidad biológica se puede distorsionar, como de hecho ocurre lamentablemente en todos los extraños experimentos que la separan de su natural hogar que es el amor conyugal sellado por la indisolubilidad y la fidelidad.

Por ello, en el caso específico de las parejas que no pueden tener hijos biológicos, la Iglesia siempre ha enseñado que esa esterilidad física no niega ni obstaculiza en forma alguna la validez y licitud del Sacramento, por lo tanto, esa misma esterilidad es una ocasión para vivir a plenitud la gracia del vínculo como una vocación especialísima por la que Dios vela de manera particular.

Por Mag. José Manuel Rodríguez
Director Académico Instituto para Matrimonio y Familia
U. Católica San Pablo. Arequipa, Perú.
www.roncuaz.blogspot.com

Compartir: