Feliz día mamá, no solo porque eres mi madre o porque me criaste, sino porque aún antes de nacer, tú ya me amabas.
Este año, de manera especial quisiera hacerles llegar un saludo a todas las madres, no desde mi ser hija sino desde mi ser madre, y madre de tres. ¡Feliz día mamá!
Ha sido imposible no sentirme identificada con este anuncio. Este es un comercial de hace unos años ya, hecho para Telecom Persona, ganador de un premio publicitario (Lápices de oro) en su país de origen, Argentina.
Es un comercial que dice tanto con tan pocas palabras. «Cariño, pide tres deseos». Una simple frase que abre el universo enorme no solo de los sueños, sino de los anhelos personales.
Dicen que la primera imagen del amor incondicional de Dios, la adquirimos de nuestras madres. Su amor es reflejo de aquel amor inmensamente infinito e incondicional, huella del creador.
A su imagen y semejanza fuimos creados
Y en el amor maternal podemos entender algo de esta semejanza. La mirada tan honda de esta madre por sus hijos, que pareciera trasciende tiempo y espacio, me recuerda todas las ilusiones que han acompañado mi vida. Quizá esté hablando en clave muy personal, pero tal vez haya algunas madres que se identifiquen conmigo.
En mis momentos más oscuros, incluso cuando creía que el matrimonio no era lo mío, soñaba con una pequeña mano tomando la mía, con una cabecita poblada de rulos que caminaba a mi lado.
La ilusión por mis hijos ha estado impresa en mi corazón mucho antes de conocer incluso a mi esposo. Y no tengo explicación para eso.
La maternidad es un sello que llevamos las mujeres, todas
Incluso si no tenemos hijos, incluso si no queremos tenerlos. Es una capacidad que tiene que ver con nuestro ser mujer. Con esa forma distinta de mirar al mundo, de entenderlo y luchar por las causas nobles de una manera tan comprometida.
La maternidad es un anhelo tan potente, que cuando se concreta en los propios hijos su efecto es difícil de explicar.
Sentir el amor de una madre que con su mirada te dice «te he deseado desde antes que existieras» me hace pensar en las palabras de las escrituras:
«Antes de que yo te formara en el vientre de tu madre, te conocí, antes de que salieras de las entrañas, te consagré» (Jer 1: 5).
Convertirse en madre significa sumergirse en un mar de amor
Cuando tomamos conciencia de un amor tan enorme, que empieza incluso antes de la propia existencia y que no acaba nunca, la vida cobra otro color.
El valor que percibimos de nosotros mismos se agranda y nuestra seguridad empieza a anclarse en la roca firme del verdadero amor.
En estas fechas que celebramos el día de la madre, volvamos a esa imagen, a ese amor que nos amaba antes incluso de saber si éramos hombres o mujeres, si veníamos con algún defecto o no. Un amor que nos amaba por el simple hecho de existir y ser su hijo.
Feliz día de la madre a todas las madres que incluso sin saber, incluso sin desear, amaron a sus hijos desde siempre.
Porque el misterio del amor de una madre tiene que ver con lo más grande de este universo, con aquél que lo creó todo, con aquel que nos ama desde antes del mundo.
Escrito por: Silvana Ramos, vía Catholic-Link.
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