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En apoyo a la joven Concejala, aparecían conocidos rostros del feminismo radical descalificando la movilización ciudadana, con epítetos como “curuchupas”, además de insistir en su preocupación por el femicidio. 

Lo sucedido esta semana en Quito, luego de que la comunidad en algunos sectores encontrara unas inmensas vallas cuyo mensaje decía: “Si puta es ser libre y dueña de mi cuerpo, soy puta… y que?” , además de utilizar una gran cruz rosada con las palabras “no más”, dio lugar a una serie de pronunciamientos de variada postura.

La Concejala Carla Cevallos, autora de la iniciativa, salió a justificar ante los medios de comunicación como una propuesta creativa en contra del “femicidio”. Sin embargo, no había sido puesta en consideración del Alcalde Mauricio Rodas, ni menos del partido Suma, por medio del cual ella ha llegado a ocupar el cargo que ostenta.

Mientras diversos sectores de la sociedad civil presentaban una solicitud de retiro inmediato en la Administración Zonal, haciendo caer en cuenta a los mismos funcionarios municipales que la valla transgredía la ordenanza municipal 330, en su artículo 8, además de otras leyes como la Ley Orgánica de Comunicación, el Código Orgánico de la Niñez y Adolescencia y la misma Constitución. A la par se reactivaban con fuerza las redes sociales en protesta y se recogían firmas.

4000 firmas recogidas entregadas al Alcalde solicitando el retiro inmediato de las vallas. Más del 60% de ciudadanos en una encuesta online consideran una campaña ofensiva y no creativa y el retiro de las vallas antes del tiempo previsto de duración de la campaña. 

En apoyo a la joven Concejala, aparecían conocidos rostros del feminismo radical -que llevan ya algunos años en puestos representativos- descalificando la movilización ciudadana, con epítetos como “curuchupas”, además de insistir en su preocupación por el femicidio.

Digno de mencionar la entrevista a una jovencita de un grupo que se autodenomina neo feminista –presumiblemente de la misma edad que la Concejala- quien también coincidía con la defensa de la mujer, pero no justificaban de ninguna manera una campaña agresiva y confusa.

Los números finalmente fueron: más de 4000 firmas, recogidas en media semana, entregadas al Alcalde solicitando el retiro inmediato de las vallas, más del 60% de ciudadanos en una encuesta online consideran una campaña ofensiva y no creativa y finalmente, el retiro efectivo de las vallas antes del tiempo previsto de duración de la Campaña. No faltan rumores de solicitud de revocatoria del mandato de la Concejala por generar un ambiente de violencia, extendiendo la exitosa recolección de firmas.

Pero lo más importante no está en los hechos presentados en el párrafo anterior, sino en la posibilidad de sacar experiencia y hacer un camino conjunto: autoridades políticas y sociedad civil.

Hemos vivido en Ecuador muy de cerca –no a la distancia allá en Paris- la importancia de reconocer que la libertad de expresión tiene un límite que es el respeto a las creencias de los demás. Citaba un articulista italiano que “una enfermedad de las democracias modernas es la pretensión de irrespetar sistemáticamente al otro como alarde de libertad de expresión”. “Instrumento sólo contra algunos sectores mientras otros se tornen intocables”.

No faltan rumores de solicitud de revocatoria del mandato de la Concejala por generar un ambiente de violencia.

En consecuencia de la experiencia vivida en Quito, el mayor reto del Alcalde Mauricio Rodas, luego de la desatinada campaña, es reabrir un diálogo auténtico, comprometiéndose con la inclusión de todos los sectores, no sólo del feminismo radical que lidera desde hace ya demasiados años las políticas sociales del Municipio de Quito y que se dan modos de permanecer pese a los cambios de administración (nuevas administraciones mismos rostros y mismas políticas sociales).

Quito ha sacado un bien esta semana si además se logra reorientar aquellos lineamientos enquistados en el Municipio, que reducen la lucha por la dignidad de la mujer a ideologías y clichés estridentes; que abren abismos, fracturan la sociedad y la familia, en lugar de promover una cultura de encuentro, del diálogo constructivo.

Urge recordar que la mejor herramienta para erradicar la violencia contra la mujer se promueve, a la par que se recupera la dignidad del varón como padre, esposo, hijo y compañero. Revalorizando esa diversidad y reafirmando esa complemetariedad maravillosa y única, entre hombre y mujer.

Finalmente, qué esperanza es capaz de despertar una comunidad viva, comprometida, que se manifiesta, que no permanece indiferente, que suma sus fuerzas, defiende sus ideales y alcanza la meta. El reto para los quiteños es continuar esta militancia hasta que definitivamente se incluya a la familia como eje central de las políticas públicas.

 

Por Isabel María Salazar

Movimiento ciudadano

 

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