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Un programa de becas, capacitaciones, un albergue y un teatro, son algunas iniciativas con valor social que la Fundación Sánchez Aguilar ha generado en beneficio de la comunidad guayaquileña.

Todo comenzó cuando Carlos Sánchez Aguilar, por medio de un colegio católico, brindó ayuda a dos niñas que anhelaban estudiar, pero que no tenían los recursos económicos para poder hacerlo. Con el tiempo, estas becas fueron aumentando, así como el deseo de Sánchez Aguilar de brindar apoyo a quienes más lo necesitaran. De esta manera, se consolidó la fundación que, desde sus inicios (año 1989), hasta la actualidad, ha brindado más de 3.000 becas académicas para que jóvenes puedan cursar sus seis años de educación secundaria. María Cecilia Sánchez Arosemena, directora de este espacio, conversa sobre sus proyectos y labores.

¿De qué forma las personas pueden acceder a los programas de becas?

Acercándose a la fundación y entregando los papeles del estudiante, deben dejar su libreta y llenar un formulario. Por lo general, realizamos estas ayudas a través de los colegios con que trabajamos, pero, otras veces, las personas interesadas han ido en búsqueda de nuestro apoyo. Hasta el año pasado teníamos 70 cupos para becas, pero, por la cantidad de solicitudes que recibimos, aumentamos la cantidad a 75.

En la actualidad, ¿qué programas tienen activos en la fundación?

Tenemos enfermería auxiliar, belleza, peluquería, maquillaje, manicure-pedicure; corte y confección en dos niveles, un curso de sábanas y edredones, y una capacitación en panadería y pastelería. Mediante estos, empoderamos a las mujeres, por medio de oficios productivos.

¿Cómo ha sido la experiencia de dirigir la Fundación Sánchez Aguilar?

Es un trabajo arduo, pero muy gratificante. Es maravilloso ver que los chicos que han pasado por el programa de becas, todavía mantienen conexión con la fundación y que, casi todos, han ido a la universidad y crecido en su vida laboral. Lo mismo pasa con los cursos de capacitación, porque se ven los cambios en las vidas de muchas personas: mujeres que, incluso han atravesado situaciones difíciles, abandono de su esposo, violencia familiar, llegan a la fundación y acceden a cursos. Con el albergue también sucede, el ver que las personas tienen un sitio donde hospedarse y dónde descansar cuando vienen de provincias y tienen a sus familiares en el hospital. Es un trabajo muy duro porque no es fácil conseguir el apoyo; aquí no existe una ley que atraiga al empresario a colaborar, lo que lo hacen, ya nace de su responsabilidad social.

¿Qué alternativas considera que se pueden desarrollar para que exista una mayor vinculación entre las instituciones públicas o privadas y las fundaciones?

Sería excelente si el gobierno apoyara estableciendo algún tipo de beneficio fiscal para las empresas que aportan, como existe en muchos países del mundo, donde las personas se ven motivadas a contribuir. Y luego, apelar al deseo que existe en las personas de ayudar a otros a superarse.

¿Cómo nace la iniciativa del albergue Rosa Eva Aguilar de Sánchez?

Nace a través de nuestro fundador, al ver a las personas que dormían afuera de los hospitales en cartones y que estaban en la calle. Se inicia por el deseo de construir un sitio donde los familiares puedan descansar. Cuando se comienza a construir el hospital de niños Roberto Gilbert, al lado había un terreno que se adquirió para construir lo que hoy es el albergue y sede de las damas de Asvol, quienes se encargan, junto a la fundación, de este espacio. La mayor población del albergue llega a partir de las cinco de la tarde y reciben cena, desayuno, sábanas, toallas y menaje de higiene personal. También tenemos ayudas psicológicas y académicas. Desde el año 2002 se han albergado a más de 14.000 personas.

En este contexto, ¿cómo surge el Teatro Sánchez Aguilar y con qué motivación?

Inicia sus labores en el año 2012, con la idea de aportar cultura y apoyar al arte nacional. El teatro mantiene hasta la actualidad una programación constante. Esto también ayudó a mover las salas más pequeñas de la ciudad; el teatro empezó a hacer sus propias producciones y, a través de estas y de sus directores extranjeros, contribuye a la formación de actores locales. Realizamos una labor constante a beneficio de la comunidad.

¿Qué necesitan para poder continuar con su labor?

Pensamos que la comunidad puede apoyar a la fundación de diversas maneras, por ejemplo, apadrinando a un becado. También a través de los cursos que tiene el centro de capacitación. Las empresas pueden contribuir mediante donaciones de productos o por medio de responsabilidad social, como diversas empresas que se preocuparon por que las esposas de sus empleados tomen cursos en la fundación. Nuestra idea es que la gente se forme y tenga accesos a estas espacios.

Por Angélica Lainez Rendón
Periodista

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