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Somos fruto de una desorientación, cuyas mayores consecuencias las pagan las nuevas generaciones. ¿Podemos retomar el control?

No dejamos de sorprendernos con las portadas de los periódicos o los anuncios de los noticieros: jóvenes que asesinan a sus padres, adicciones que matan a nuestros adolescentes, personas que asaltan y golpean a los ancianos, guerrilleros que matan en nombre de Dios y una indiferencia global que congela hasta los huesos.

En las últimas décadas hemos sido testigos de una escala de frustraciones que tomaron raíces en todas las esferas de la existencia occidental. La crueldad del holocausto y la experiencia de la post guerra en el siglo pasado, colocó en manos de filósofos como Heidegger   reflexiones que hablaban del “Ser en el mundo” (Dasein): la persona humana en diálogo con los sucesos de la historia; y de Nietzsche que proclamó que “Dios ha muerto”.

Esta brusca revisión a la historia de los últimos 60 años confirma que esta sociedad es fruto de una desorientación, cuyas mayores consecuencias las pagan las generaciones jóvenes. Una generación que huye de la norma porque la considera rígida, y prefiere la flexibilidad porque permite las manifestaciones individuales.

La solución: la familia

Frente a este escenario, el extremo de escandalizarse por todo tampoco ayuda. La solución consiste en la forma en que educamos el corazón de las nuevas generaciones. La clave está en las familias, una institución…que no puede ser reemplazada por ningún tipo de discurso moderno, de género, ni político, ni económico.

Durante muchas décadas se apostó por la psicología, hoy apostamos por la pedagogía familiar. ¿Cuáles son esos sistemas y formas que nos permitan, desde nuestros hogares, educar hijos sanos, que soporten el embate de la desinformación y el relativismo? Una apuesta por la familia armónica que, siendo flexible pedagógicamente, sea firme en sus principios.

En la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (La alegría del amor), el Papa Francisco da la alarma cuando afronta el tema de los “desafíos” de las familias y el peligro que representa un individualismo.exasperado. Pero más adelante contrapone como respuesta una.mirada.optimista, cálida y misericordiosa hacia la familia, donde todos son acogidos y encontramos contención, donde aprendemos a amar y a ser amados.

¡Sí podemos retomar el control!, pero trabajemos por construir familias sólidas. Que el futuro de la humanidad no se escurra de nuestras manos para que nuestros hijos y nietos sean los herederos de una nueva cultura cristiana, basada en la familia y su alegría.

 

Por: Víctor Cárdenas

Centro Pedagógico Kentenich

vcardenas@centropedagogico.org

www.centropedagogico.org

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