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El 2016 trajo a los ecuatorianos una de las pruebas más duras en los últimos tiempos: el terremoto del 16 de abril.

Estoy seguro que recuerdas muy bien qué estabas haciendo ese día. A pesar de todo lo negativo que trajo el terremoto, algo me llenó de esperanza y alegría: ¡la enorme solidaridad de la mayoría de ecuatorianos! Era impresionante ver en todos lados gente preocupada por recoger agua, comida, ropa, para enviarlo generosamente a Manabí y Esmeraldas.

Algo muy valioso porque en muchos casos, no conocíamos a una persona específica entre los afectados: solo fuimos capaces de conectarnos con el sufrimiento de esos hermanos ecuatorianos y les tendimos una mano… por unos meses.

Nadie puede “robarse” el crédito de ese gesto humanitario porque la gran mayoría de ecuatorianos fuimos generosos. Pero hoy quiero aprovechar para reflexionar un poquito más sobre la solidaridad. Ha pasado más de un año desde el terremoto, y pregunto: ¿cuántas de las personas y grupos que ayudaron los primeros días, aún están apoyando a la gente afectada?

Alguien me dijo que después de tanto tiempo, ya se han recuperado y no necesitan nuestra ayuda. Quizás sea cierto, puede ser que en Manabí y Esmeraldas no seamos tan necesarios como lo fuimos al comienzo. ¡Pero eso no me deja tranquilo! Ahora me pregunto: ¿acaso solamente los damnificados necesitan nuestra ayuda?

Todos nos enteramos enseguida del terremoto, quizás porque se sintió en todas partes de Ecuador. Pero, ¿de cuántas otras cosas malas nos enteramos pero no nos interesan? ¿O porque no las sentimos en “carne propia”?

Ni hablemos del sufrimiento en otras partes del mundo. ¿Has leído, por ejemplo, lo que pasa en Medio Oriente? Miles de personas son perseguidas y asesinadas por tener una religión distinta. Gente sin hogar, muchos de ellos refugiados, en busca de donde llegar.

Los tantos actos terroristas ocurridos en este año. ¿Cuántas veces hemos visto que personas llegan a un sitio a disparar? Solamente por pensar distinto. Cientos de miles de personas mueren a diario en todo el mundo entre guerras y actos terroristas. Los medios nos lo cuentan, pero, ¿nos importa?

A veces creo que nos hemos vuelto tan insensibles, que el dolor solo nos toca el corazón cuando ocurre “más o menos” cerca de nosotros. Quizás por eso reaccionamos con el terremoto del 2016, pero ¿no nos afectan tantas otras cosas malas que están pasando?

No tenemos que ir a países lejanos en guerra para encontrar gente sufriendo, ni esperar a terribles desastres naturales. Da una vuelta por tu ciudad, ¿notaste a la gente que duerme en las calles? Cuántas personas viven en la indigencia y no tienen un hogar donde descansar. Ellos están ahí, necesitan nuestra ayuda, una o muchas veces, pero somos nosotros los que escogemos no verlos.

Pregúntate cómo están tus hermanos, tus papás, tus amigos, a quienes ves todos los días, cuántas veces, el que necesita ayuda está cerca de nosotros y no vemos si están pasando por algún problema.

El sufrimiento y los problemas en el mundo (y en nuestro país) abundan. ¡Tranquilo! No lo digo de forma pesimista, ni para que sientas que la situación no tiene remedio. Aunque es cierto que no podremos resolver todos los problemas del mundo, pero ¡no tenemos que quedarnos cruzados de brazos!

Todos podemos ayudar y siempre podemos hacerlo. ¿Cuánto cambiaría si cada uno de nosotros tuviera un pequeño (pero permanente) compromiso de solidaridad con los demás? ¿Cuándo, cómo y donde? ¡Eso está en tus manos!

 

Por: Revista ECHANDO REDES

Fundación Procare

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