Hagamos un ejercicio: te voy a compartir un listado, y apelando a la honestidad contigo mismo te animo a reconocer si tanto tú, como padre de familia, fomentas valores en tus hijos y si ellos, los ponen en práctica. (Los «sí» son la mayor puntuación posible, los «no» el peor escenario y el «a veces», significa que requieren ambas partes poner mayor empeño).
¿Por qué invertir tu tiempo en este ejercicio? Porque que los padres asuman a sus hijos como los «mejores hijos» y a sí mismos como los «mejores padres» es lo normal, pero eso no ayuda ni a unos ni a otros en su crecimiento. Te puedo dar mil consejos sobre cómo ser padre, pero si tú que lo eres no te evalúas y te comprometes, personas como yo escribiremos por escribir y tú leerás nada más por leer.
Sé lo difícil que es que se diga algo negativo sobre los hijos y su crianza. Reconocer nuestros errores paternos deja al descubierto nuestras faltas. Decir «no fui un padre –entiéndase también madre– presente, amoroso, responsable, pendiente, y un buen ejemplo», es admitir que no priorizamos correctamente las responsabilidades y que somos tan culpables de sus errores como ellos que los cometieron.
Sin embargo, la idea no es que hables mal de ti, sino que tomes medidas para corregir lo que necesite ser corregido. La paternidad también trata de eso, de ir aprendiendo sobre la marcha; de equivocarnos a veces, de atinarle otras tantas; de ser buenos, malos y regulares sin que ello defina nuestra historia, ni la historia de nuestros hijos, pero siempre con conciencia plena sobre qué tipo de padres queremos ser y qué clase de hijos, pero sobre todo de personas, estamos criando.
¿Qué tan bien has educado a tus hijos?
- ¿Tus hijos respetan a sus mayores y semejantes?
- ¿Hablan con propiedad y sin groserías?
- ¿Cuidan de no tirar basura, y respetan a los animales?
- ¿Ayudan a quién lo necesita?
- ¿Colaboran en casa?
- ¿Respetan las diferencias, y a quienes son diferentes?
- ¿Creen en el esfuerzo para alcanzar el éxito?
- ¿Sienten vergüenza cuando cometen un error?
- ¿Diferencian el bien del mal?
- ¿Piensan en los demás?
- ¿Ofrecen disculpas cuando cometen una falta?
- ¿Saben perdonar?
- Si encuentran algo que no es suyo, ¿lo devuelven?
Disculparlos, asumirlos siempre inocentes, rasgarte las vestiduras cuando alguien más señala y castigar sus faltas no te hace un buen padre, además de que culpar a las malas compañías no los hace menos culpables. Debes reconocer que si ellos buscan y gustan de ese tipo de amistades es porque comparten los mismos valores o la falta de ellos.
La constancia y la congruencia entre lo que dices, haces y permites que tus hijos digan y hagan, hacen toda la diferencia en su carácter. Los hijos son seres independientes de sus padres, pero al mismo tiempo es asunto de los padres cultivar en ellos la conciencia. Ver a tus hijos sin el traje de hijos, sino con la piel de personas, es importante para que puedas apreciar si lo estás haciendo bien o si necesitas con urgencia cambiar de táctica.
Vía: familias.com