Lo más lindo que leerás hoy: 4 ideas del Papa Francisco sobre Nicodemo, los ancianos y los jóvenes.
Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Así comienza el poema de Gerardo Diego, Canción de otoño en primavera, perteneciente a su famoso libro Cantos de vida y esperanza, publicado en 1905.
Es un verso que con el tiempo se ha convertido en todo un signo de la sabiduría popular. Suele emplearse con la intención de rememorar los años de juventud, con cierto sentimiento de melancolía y añoranza de lo beneficiosos que fueron esos momentos. Evidentemente, en boca de personas con cierta edad (ancianos).
Con un sentido similar también encontramos el refrán Cualquier tiempo pasado fue mejor, que aparece en Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Parece, pues, que existe una tendencia que viene de lejos a idealizar los tiempos pasados.
El hombre, al compararse en el pasado y presente, tiende hacia el primero. Lo identifica con una época de mayor abundancia y felicidad, donde encontraba armonía y bienestar.
Una catequesis del Papa Francisco a los ancianos
En numerosas oportunidades se ha dirigido el Papa Francisco a los ancianos y jóvenes, sobre estos temas. En junio, ha salido al paso de estas ideas de fondo en una de sus últimas catequesis, a la que dedicamos este post y que la agencia internacional de noticias Rome Reports se ha encargado de difundir.
En una de sus habituales catequesis, desarrolló algunas claves sobre la figura del anciano Nicodemo. Miembro del Sanedrín, que fue de noche – podríamos decir a escondidas – a encontrarse con Jesús. Con Él tuvo un profundo diálogo.
En este video, vemos un hondo mensaje que llega del Papa Francisco a los ancianos.
¿Por qué tanto se dirige el Papa Francisco a los ancianos?
Aunque no tiene por qué darse, suele ser habitual que con el paso de los años tendemos a hacer balance de nuestra vida, balance que suele generar cierta insatisfacción de lo vivido hasta el momento.
Quizá por no haber logrado todas las metas que soñábamos de jóvenes, por no haber obtenido el reconocimiento profesional que imaginábamos merecíamos, por no haber sabido tratar a nuestra familia o a las personas de nuestro entorno cercano.
En el fondo, insatisfacción con nosotros mismos por no ser la persona que pudimos o queríamos ser. Y poner así la atención en lo que fue y no en lo que somos y en lo que nos queda. Aparece así, como nos indica el Papa, la persecución que hace el hombre de hoy del mito de la eterna juventud y del frecuente desprecio que se hace de lo viejo en la sociedad actual.
Quizá, en nuestra vida, con sus años de experiencia y sus altos y sus bajos, nos podemos sentir identificados en parte con esta visión insatisfecha de nuestra vida. O también que, sin tener muchos años, estemos empezando a marchitarnos, adelantando nuestra vejez ante nuestro Padre Dios, que es eternamente joven.
¿Qué podemos aprender de un anciano como Nicodemo?, ¿qué nos puede aportar para nuestra vida cotidiana?, ¿realmente hay algo que podamos aprender?
Siguiendo la catequesis del Papa podemos encontrar algunas ideas que nos pueden ayudar en ello. Aquí continuación te las presento.
1. Caminamos hacia la eternidad
Inspirándose en la figura de Nicodemo, el Papa Francisco ha destacado que, desde la perspectiva de la ancianidad, nuestra vida en esta tierra es un «inicio» pero no la «conclusión».
El Papa nos recuerda que «caminamos hacia la eternidad». Recordemos las palabras de San Pablo a los Hebreos, «no tenemos aquí morada permanente, sino que buscamos la que está por venir».
Es un buen recordatorio de que estamos hechos para vivir en intimidad con Cristo. Ello nos ayudará a vivir nuestra madurez y longevidad sin importarnos en exceso nuestro pasado. Y con la determinación clara y firme de lo que nos espera en Dios.
2. Es necesario renacer
Para ver el Reino de Dios es necesario «renacer de lo alto», palabras ―en cierto modo enigmáticas― que Jesús le dice a Nicodemo en su diálogo nocturno. El Papa nos ayuda a saber interpretar bien estas palabras.
No se trata de empezar de nuevo a nacer, esperando que una nueva reencarnación abra de nuevo nuestra posibilidad de una vida mejor. Nuestra vida, la que tengamos con nuestras circunstancias concretas, es valiosa a los ojos de Dios. Somos criaturas amadas por Él con ternura.
Nacer de lo alto tiene más que ver con regenerarnos en el Espíritu, con la gracia de Dios. Es descubrir la misión propia de nuestro momento, con una vida entrada en años, iluminándola de nuevo.
3. No despreciar lo que nos da valor
En nuestra sociedad actual, la vejez ―nuestros mayores― suele ser despreciada, precisamente porque es lo contrario de lo que deseamos y añoramos. Identificamos ese renacer de nuevo con ese mito de la eterna juventud.
Incluso hay gente empeñada científicamente en intentar eliminar la vejez de la vida o de al menos mitigar sus consecuencias. El Papa explica de un modo divertido el valor de los años, de la vejez. Lo hace citando las palabras de una conocida actriz italiana, A. Magnani, cuando en cierta ocasión le comentaron que tenía que quitarse las arrugas.
Ella respondió: «¡No, no las toques! Han hecho falta muchos años para tenerlas: ¡no las toques!». Las arrugas y las canas implican mucha vida vivida, y por ello de experiencia, madurez, de haber hecho un camino.
No sería justo despreciar lo que nos da valor. La vejez es la condición, concedida a muchos de nosotros, en la cual el milagro de este nacimiento de lo alto puede ser asimilado íntimamente y hecho creíble para todos y que nos comunica amor por el destino final.
4. Experimentar la ternura de Dios
La vejez es el tiempo especial de la ternura de Dios, que crea un camino para todos nosotros. Una misión espiritual de belleza única: caminar hacia el Eterno. Si hay algo característico de las personas mayores es su ternura. Lo comprobamos si observamos cómo los abuelos miran y acarician a los nietos. Esa ternura, cercanía amorosa hacia los otros, nos hace entender la ternura de Dios.
Acabo con unas bonitas palabras, al menos a mí me gustan, que bien caben aquí. Es un versículo del salmo 92, corto, pero con mucha miga: «en la vejez seguirán dando frutos». Ojalá así sea y que los cristianos sepamos dar muchos frutos en nuestra vejez.
Escrito por: Emilio Ibañez, vía Catholic-Link.
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