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El sínodo de los jóvenes llegó a su fin y con este se plantean varios puntos para reencontrar a la Iglesia con aquellos que le han perdido la fe, reformulando y revisando los problemas que le atañe.

Terminó el Sínodo sobre los jóvenes. El documento final aborda los temas candentes (abusos, homosexualidad, rol de las mujeres), pero en realidad este texto contiene los elementos para una reforma en la Iglesia. ¿De qué se trata?

¿A qué se refiere con reforma?

Cuando se habla de una reforma para la Iglesia católica, vienen siempre los recuerdos de aquella reforma de Lutero en el s. XVI, que terminó en un gran cisma. Pero hoy por reforma católica debemos entender lo que el papa Francisco plantea en Evangelii Gaudium, 43: “una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos”.

Para “llegar a todos”, el Pontífice quiso un sínodo para hablar ‘sobre’ los jóvenes y para ‘con’ los jóvenes. Por eso, los padres sinodales y los jóvenes invitados tocaron temas complejos y dolorosos, pero sobre todo, intentaron revitalizar la misión de la Iglesia en el mundo de la juventud.

El documento final

Al terminar el Sínodo, los participantes votaron por un texto titulado “Juventud, fe y discernimiento vocacional”, también conocido como Documento final (27 oct. 2018).

No es un documento del Magisterio de la Iglesia, sino una propuesta que los padres sinodales le presentan al Papa, y éste podrá redactar o no un documento con valor magisterial. Pero como explicó Francisco, “el resultado del Sínodo no es un documento”, “estamos llenos de documentos”, sino que lo importante es que “ahora el Espíritu nos da el documento para que trabaje en nuestro corazón” (Discurso, 28 oct. 2018).

Un esperado mensaje sobre la Iglesia y los escándalos

Igual que en el s. XVI, la conducta inmoral de miembros de la iglesia vuelve a plantear la necesidad de una reforma. Las continuas noticias de abusos por parte de algunos miembros del clero sin duda han afectado a muchos jóvenes, que ya no confían en ella.

Por eso, el Sínodo abordó los temas de la afectividad y sexualidad de los jóvenes y de la homosexualidad, pero lo central para esta reforma está en un tema que también se abordó: la santidad de la Iglesia.

El papa Francisco lo explicó así: “Los últimos tres números sobre la santidad [en el documento] muestran lo que es la Iglesia: nuestra Madre es Santa, pero nosotros, hijos, somos pecadores. Todos somos pecadores. No olvidemos aquella expresión de los Padres, la ‘casta meretrix’, la Iglesia santa, la Madre santa con hijos pecadores.”

Y añadió que la situación de los escándalos ha llevado a otro “tipo de persecución: acusaciones continuas para ensuciar a la Iglesia”. A lo que respondió que “a la Iglesia no se la ensucia; a sus hijos sí, todos estamos sucios, pero la Madre no. Y por eso es hora de defender a la Madre; y a la Madre se la defiende del Gran Acusador [el Demonio] con la oración y la penitencia”. (Ibidem)

Sin duda, Francisco es el gran reformador, pero no como se lo imaginaría un guionista de cine, ni como lo esperarían los que buscan un ‘cambio doctrinal’ en la Iglesia. El Papa es un reformador porque intenta un ‘cambio disciplinar’, es decir, porque aborda los problemas actuales que apartan a la gente de la Iglesia, y busca limpiarlos para restaurar la credibilidad de la Iglesia.

Por: P. Luis-Fernando Valdés
@FeyRazon   lfvaldes@gmail.com
http://www.columnafeyrazon.blogspot.com

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