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A Dios podemos dirigirnos todos de manera directa cuando oramos, pero la intercesión es una muestra de la unidad de la Iglesia.

¿Por qué es necesaria la intercesión de unos por otros?

Escuchar que nosotros podemos hacer oración de intercesión por otros puede parecernos irreal, porque a quienes atribuimos esa tarea es al Señor Jesús y al Espíritu Santo, como leemos en el Catecismo de la Iglesia católica:

«Él [Jesús] es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de ‘salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor’ (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo ‘intercede por nosotros […] y su intercesión a favor de los santos es según Dios’ (Rm 8, 26-27)». (CEC 2634).

Sin embargo, el mismo Catecismo menciona que «La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús» (CEC 2634).

 

 

La intercesión cristiana participa de la de Cristo

Pensando en la necesidad que tenemos de ayuda espiritual, rezar por aquellos que nos lo soliciten es una expresión de misericordia y comunión, como lo reitera el Catecismo:

«Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos». (CEC 2635).

Además, es una hermosa muestra de generosidad y desprendimiento, a veces heroica, porque si se pide por los que se ama simplemente se realiza un acto natural, pero cuando se ruega por los que hacen daño se llega al verdadero amor cristiano:

En la intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino […] el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (cf. San Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34). (CEC 2635).

No se cansen de hacer el bien

Preocuparnos por las personas que sufren es parte de la esencia del cristiano, y si está en nuestras manos algo tan simple como orar por ellas, seamos generosos y hagamos caso de las palabras del apóstol san Pablo:

No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos. Por lo tanto, mientras estamos a tiempo hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe (Gálatas 6, 9-10).

 

 

Escrito por: Mónica Muñoz, vía Aleteia.

 

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