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Si miramos el pretendido conflicto desde el punto de vista histórico, según señala Del Barco, el tiempo en que la manifestación de la técnica llega a ser muy abundante y fértil es a partir de la modernidad, pues es en esta época cuando el “leer por dentro la realidad” sin necesidad de sus aplicaciones prácticas deja de ser, colectivamente hablando, la fuente de gozo que había sido hasta entonces deja de ser el conocimiento desinteresado que saciaba el afán humano.

De ahora en adelante empezará un frenética carrera por potenciar las aplicaciones prácticas de las teorías físicas, primero, y de todos los ámbitos, después.

Surgirá, según el criterio de Alfonso López Quintás, el mito del eterno progreso que resume así: “la convicción del que el conocimiento teórico de tipo sobre todo científico produce una medida correlativa de conocimiento técnico, este conocimiento técnico produce un dominio  correlativo de la realidad, con este dominio puede producir artefactos que a su vez otorgan bienestar, felicidad.”

Se pensó que, si se elevaba potencialmente el conocimiento teórico científico, siguiendo los términos de esta progresión se alcanzaría, ineludiblemente en la misma dimensión de potencialidad, el bienestar.

Desde entonces el saber ha sido identificado con poder, un poder que se trasladó a la propia técnica, un poder desmesurado que despoja al hombre de una función que le corresponde: descubrir los fines de la acción humana, el sentido teleológico del ser y de sus acciones.

Esta traslación referida supone también una situación de conflicto, aprieto que fue vivenciado ya por el célebre Otto Hann, tal como refiere Heissenberg en una anécdota que data del memorable 6 de agosto de 1945: “yo había investigado por amor a la verdad, había pensado que ser investigador equivalía a ser benefactor de la humanidad, en cambio ahora veo que muy a mi pesar, los descubrimientos teóricos han sido convertidos en conocimientos técnicos y han sido puestos al servicio de la aniquilación de la humanidad, mi vida carece de sentido.” (Alfonso López Quintás)

La solución al conflicto surge como ya se mencionó antes: en la necesidad de reflexionar constantemente sobre el sentido de lo que se hace pues no es suficiente lanzarse a la investigación tanto teórica como práctica sin conocer los fines de estas investigaciones, fines que deben estar inscritos en la naturaleza del ser humano, en su dignidad, en su sentido trascendente.

Esta reflexión no puede provenir de la misma ciencia, ni de la técnica, pues su objeto y método de estudio no se lo permite; la ciencia y la técnica deben reconocer sus límites y mostrarse conformes con la existencia de una instancia distinta que le diga cuáles son las rutas auténticamente humanas a seguir y cuáles no. Esta instancia puede ser la filosofía de la ciencia, en general; o una bioética centrada en la persona, en particular.

Alfonso López Quintás cita a Romano Guardini con dos ideas que consolidan esta respuesta:

Primero vislumbra el conflicto: “El hombre de la era moderna consiguió paulatinamente un poder inmenso sobre la realidad, pero no se preocupó de adquirir un poder sobre el poder del que dispone, después de tantos siglos de progreso indefinido nos encontramos sin una ética del poder” (Romano Guardini)

Luego advierte la solución: “avizoraba el nacimiento de un nuevo hombre que va a cultivar la ciencia y la técnica como nunca, pero un hombre que las va a hacer más humanas las va a dedicar no a su provecho sino al provecho de una sociedad mejor. Entiéndase una sociedad más justa y solidaria.

¿Dónde está ese “hombre” o esa “mujer”, podrás ser tú?, podré ser yo ese alguien que avizoraba Guardini?

Reflexión basada en: López A. Conferencia magistral, liderazgo y valores. Monterrey: Tecnológico de Monterrey; 1993. Parte 1 (desde minuto 4 en adelante) y 2 disponible en:  http://www.youtube.com/watch?v=GlMtIpVZmxE

http://www.youtube.com/watch?v=UUo6xNJrLSw

Escrito por: Dra. Jeannette Robles de Valencia, Prof. Instituto Patris Corde. Miembro activo del Grupo Arquidiocesano San Lucas, Arquidiócesis de Guayaquil.

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