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¿Cómo introducirnos en el mundo de fantasía de nuestros hijos a través del juego?

Jugar con niños entre dos y seis años es un reto al que muchos adultos no saben enfrentarse. Ya no son los bebés a los que cualquier carantoña les hacía felices, ni tampoco chavales que ansíen entrar en nuestro mundo de adultos. ¿Cómo introducirnos en su mundo de fantasía, donde impera una lógica aplastante, pero tan radicalmente distinta a la nuestra?

La respuesta es tan sencilla como ésta: volviendo a ser niños. Sólo si hacemos un esfuerzo de abstracción, y nos ponemos en el lugar de nuestro hijo podremos entender que ese mundo imaginario, tan sorprendente y creativo, es el más real para el niño… y que también nosotros estamos llamados a introducirnos en él.

Un mundo de fantasía

Durante esta etapa de su desarrollo, el niño necesita jugar, como medio de expresión, aprendizaje y desarrollo. El juego es algo muy serio para él, es la vía para canalizar sus dudas, sus preocupaciones, su curiosidad… y, por lo tanto, puede tomar los derroteros más insospechados. Tan pronto le encontraremos sumido en las cavilaciones de un ladrón «bueno», como haciendo que la muñeca entre en la casita volando por la ventana… ¿Qué le hará pensar que las cosas son «así»?

En realidad, su mundo es distinto del de los adultos, porque las posibilidades que le brinda la imaginación son mucho más creativas e inesperadas que las que ofrece la realidad de cada día. Pero aún queda un rasgo esencialmente característico del juego de nuestros hijos: su interés por todo lo que les rodea, que se refleja en el juego y que les impulsa a construir una realidad más «lógica», también les impulsa a invitarnos a compartirla con él

¿Cómo jugar con ellos?

A cualquier adulto que se plantee jugar con un niño de entre dos y seis años pueden serle de utilidad estas ideas básicas que compartiremos a continuación. Es esencial sentirse participante de la actividad, si se considera como un mero espectador, no podrá entender el juego.

Respetar su tiempo de juego con nosotros

Este debe tener un hueco inamovible en nuestro horario. Aunque se restrinja a la media hora antes de dormir, hay que convertir ese rato en una aventura intensa donde no haya sitio para las prisas ni para ninguna otra preocupación que los lazos de los Barriguitas, o saber cómo llegará el camión de Policía al repecho de la ventana.

Ayudarles a ejercer su libertad y creatividad

Permitiendo que sean ellos los protagonistas del juego y sin obstruir su habilidad de pensar. Deben ser ellos quienes dirijan el juego y determinen si el camión de bomberos va a salvar un gato o a sofocar un incendio, qué se pone la muñeca para ir de paseo… Otra cosa distinta es que podamos darle ideas, opciones, resolver dudas, proponer pautas…, pero sin coartar su expresividad y creatividad.

Entrar en su mundo

Y dejarse arrastrar por su lógica infantil, sin perjuicio de poder aportar ideas y pautas que el niño pueda utilizar. Pero lo importante es que sea el adulto el que se adapte al juego del niño, y no pretenda que éste salga de él, para acomodarse a la realidad de los mayores. Aquí habrá que hacer un esfuerzo de abstracción. Sólo con ella podrá el adulto entender la lógica aplastante que -siempre- contiene el juego de su hijo.

Papá y mamá

Sería aconsejable que padre y madre se involucren en el juego con los niños. Durante estos años intermedios, la presencia de ambos es muy importante para el desarrollo de su hijo. No importa que de ocho de la mañana a cinco de la tarde el papá haya estado ensimismado en las finanzas de su empresa o que la mamá hay tenido que defender la más importante negociación con un proveedor de la suya. Lo que su hijo necesita por la tarde, de siete a ocho, es que se conviertan alternativamente en lobo, en capitán de artillería y en cliente del puesto del mercado. Nada más y nada menos.

Vía Aciprensa

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