¿Qué hace que actuemos de una manera o de otra? La realidad es que la acción humana está vinculada a: dependencia, fragilidad y racionalidad.
De acuerdo con una de las ideas de Charles Taylor, los seres humanos nos formamos como agentes morales en el contexto de las relaciones interpersonales con otros habitantes de nuestras comunidades y en el contexto del marco referencial.
Así, este marco nos proporciona el sistema de creencias gracias al cual dirigimos nuestra vida hacia ciertos bienes. Esto implica que los seres humanos somos dependientes de los demás, tanto porque llevamos a cabo nuestra acción en las prácticas que conforman nuestra comunidad, como porque esa comunidad nos proporciona las ideas que nos permiten comprender nuestra acción y deliberar sobre los cursos de acción que hemos de tomar en circunstancias concretas.
Sin embargo, esta dependencia hacia los demás no solo se manifiesta en que actuamos y pensamos en el contexto de la comunidad a la que pertenecemos, sino en nuestra fragilidad.
Primero somos animales y, después, seres pensantes. Esto implica que el núcleo de aquello que nos motiva a actuar no es la deliberación, no es la racionalidad práctica, sino que reside en nuestro instinto. Deseamos ciertos bienes, pero estos deseos surgen porque, en primera instancia, necesitamos.
No es que los seres humanos seamos incapaces de deliberar sobre nuestros cursos de acción. Pero esta deliberación no consiste en el control de nuestros instintos, de esa tendencia a suplir nuestras necesidades, sino en la articulación de esta tendencia hacia aquellos hábitos que nos acercan al ideal de vida lograda que buscamos de manera natural.
Rasgos que determinan la acción humana
Así, son tres los rasgos que determinan la acción humana: la dependencia, la fragilidad y la racionalidad.
Una tesis central de Alasdair MacIntyre en Animales racionales y dependientes es que estos tres rasgos “deben ser entendidos en sus relaciones recíprocas”. Es decir, que la acción propiamente humana no es la acción únicamente racional.
Esta no surge principalmente del tipo de deliberación propia de un sujeto desvinculado de los lazos de su comunidad, inconsciente de su fragilidad e independiente de los demás, sino que la acción humana se da gracias a los instintos que despiertan en nosotros ciertos deseos, en el contexto de las comunidades que, nosotros, “cañas frágiles”, podemos enriquecer o empobrecer con nuestras acciones. Esta fragilidad nos hace vulnerables ante los demás, pero también, gracias a ella, podemos ser empáticos, podemos aprender a sentir el dolor ajeno como propio y a aceptar que, como dice Richard Rorty, “la crueldad es lo peor que podemos hacer”.
Escrito por: Jorge Arbeláez, vía Universidad de La Sabana.
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