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En un mundo de prisas y ruidos, Makoto Fujimura (Boston, 1960) reivindica el silencio contemplativo como vía de acceso a la belleza. 

Es un artista acostumbrado a moverse entre fronteras: criado en EE.UU. y Japón, donde se convirtió al cristianismo, pinta expresionismo abstracto con una técnica tradicional japonesa. De confesión protestante, está casado con una católica; y aunque se expresa artísticamente a través de la imagen, en la palabra encuentra otra aliada para tender puentes entre mundos alejados.

Frente a quienes solo ven el espacio público como un campo de batalla donde se libran las más encarnizadas luchas ideológicas –las llamadas “guerras culturales”–, Fujimura promueve una concepción generativa de la cultura; es decir, una que supere la desconfianza entre tribus para engendrar algo nuevo, que beneficie a todos con más belleza, más esperanza, más generosidad, más sentido…

Más que un terreno de conquista, explica Fujimura, “la cultura es un jardín a cultivar”; un recurso común para “administrar con cuidado”


Culture Care
 es la expresión que ha acuñado para referirse a esa visión, y el título de uno de sus libros más importantes. Más que un terreno de conquista, explica, “la cultura es un jardín a cultivar”; un recurso común –y ahí están incluidas las generaciones futuras– que se nos entrega para “administrar con cuidado”. En particular, Fujimura invita a los artistas (y a cualquiera que se vea como un catalizador social) a convertirse en “cocreadores con el Artista divino en la nueva creación”.

Alimentar el alma

Entre otras cosas, cuidar la cultura supone aparcar la obsesión contemporánea con el “pragmatismo utilitario” y hacer espacio a la belleza, aunque a primera vista desconcierte. Es la experiencia que relata Fujimura al comienzo del libro. Al poco tiempo de casarse, su mujer compró unas flores para decorar el pequeño apartamento en que vivían. Acababan de terminar la carrera y llegaban con dificultad a fin de mes. Cuando él protestó por el gasto, ella le recordó: “También necesitamos alimentar nuestras almas”.

Esta lección –“Judy fue la artista”– le hizo crecer, y está en la base de lo que vino después: el empeño por llevar “arte, amor y belleza” a una sociedad hambrienta de ellas. Más de 30 años después, pregunto a Fujimura por el valor de la belleza cotidiana. Y responde: “El papel de la belleza en nuestra vida es un misterio, pero un misterio necesario. Toda mi vida es un viaje a ese misterio de la belleza”.

Para intentar desentrañarlo, escribió otro libro, titulado Silence and Beauty. En él aborda el drama tratado por Shusaku Endo en la novela Silencio, adaptada al cine por Martin Scorsese, de quien Fujimura fue asesor durante el rodaje: el silencio de Dios ante el sufrimiento humano, las dudas, la apostasía…, pero también la gracia que salva a través de la debilidad.

“Es tarea del cristiano abrir los misterios de la Creación al mundo, como un don gratuito”

Le pregunto ahora por otro tipo de silencio: el que permite contemplar, rezar, pensar, escuchar, hacer arte…

— ¿Qué pierde una sociedad que margina el silencio?

— Perdemos nuestra humanidad y la capacidad de comunicarnos. El silencio es el regalo más grande que tenemos y, sin embargo, el que más tememos.

Pacificadores en una cultura dividida

Antes que un concepto, Culture Care es una propuesta de cambio social encarnada en varias iniciativas. En 1992, Fujimura puso en marcha el Movimiento Internacional de las Artes (IAM, por sus siglas en inglés), integrado en el Fujimura Institute. Ejemplo de la colaboración que busca entre artistas es el proyecto FourQu4rtets, una exposición realizada conjuntamente con otro pintor, un compositor y un teólogo en torno a los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot.

Otro proyecto es la adaptación teatral de El festín de Babette, un relato de Isak Dinesen sobre el efecto transformador de un banquete –todo un derroche de generosidad y belleza– en una comunidad dividida. Esta obra simboliza bien lo que pretende Culture Care. Fujimura lo explica a partir de una cita de la novela:

— “Un gran artista nunca es pobre”. En vez de en escasez, Babette elige vivir en abundancia la realidad que tiene delante. Tal es el papel y la responsabilidad de un artista.

— ¿Qué pueden aportar los artistas a un debate público extremadamente polarizado?

— Los artistas pueden ser reconciliadores y pacificadores. Es posible que los artistas sean el único grupo que puede trascender el tribalismo hoy en día. Los artistas necesitan descubrir su papel de líderes a través de sus creaciones.

— ¿Cómo han influido las creencias cristianas en tu idea de cultura?

La obra de Fujimura recuerda una verdad básica: el conflicto y el poder existen, pero no son las categorías que mejor definen a los cristianos

— Cristo es la luz con la que veo todo. Para mí, Dios es el (único) Artista. Así que todas las culturas, “cristianas” o no, reflejan la presencia universal y la gracia de Cristo. Es tarea del cristiano abrir al mundo los misterios de la Creación, como un don gratuito.

En sintonía con el sociólogo James Davison Hunter, a quien Fujimura cita, la obra del pintor japonés americano (expuesta en prestigiosos museos de Nueva York, Tokio, Viena…) recuerda una verdad básica: el conflicto y el poder existen, pero no son las categorías que mejor definen a los cristianos. “Escribo desde los márgenes –dice en Culture Care– esperando hablar al corazón de todos aquellos que desean buscar la verdad y llenar de nuevo el mundo de belleza”.

Por Juan Meseguer, vía Aceprensa

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