Que en todos días restantes de Semana Santa no solo recordemos, sino también reflexionemos sobre la cruz y el coronavirus en nuestras vidas.
Esta Semana Santa no es como las otras, o en todo caso no se parece a ninguna que nos haya tocado vivir antes. Tengas la edad que tengas, al mirar para atrás en tu historia no encontrarás registros de un momento similar. En gran parte del planeta casi toda la gente está dentro de sus casas y el movimiento por las calles de tu ciudad es mínimo o casi nulo.
Sensaciones diferentes
Cuando llega Semana Santa suelo tener todos los años la misma sensación: las actividades especiales, las reuniones alusivas y los contenidos que se comparten en los diferentes ministerios en general, me llevan a darme cuenta de que la muerte y la resurrección de Jesús se merecerían mucho más foco de mi parte durante todo el año y no solamente durante un fin de semana. Es que uno de los principales enemigos que tenemos a la hora de querer ser coherentes con lo que consideramos prioritario, es la falta de tiempo y la presión de una agenda que parece no darnos tregua.
La buena noticia es que en esta ocasión el escenario es otro en este 2020 que estamos transitando. El mundo no ha parado de girar sobre su eje, pero sí se han detenido casi todas las cosas que solían suceder sobre su superficie… Es decir que, más allá de nuestras diferentes realidades familiares y laborales, si logramos zafarnos de la posible adicción a las pantallas de la televisión y de nuestros dispositivos electrónicos, se abre una verdadera ventana de oportunidad para cargarle combustible del bueno a nuestro corazón.
Te propongo que en esta Semana Santa hagas el simple pero poderoso ejercicio de detenerte a contemplar, dimensionar y comprender en forma mucho más profunda lo que podrían parecer simples y básicos aspectos comunes de lo que recuerda la cristiandad globalmente para la época de Pascuas, pero que siguen guardando en su esencia muchos océanos por surcar.
El amor de Jesús
¿Se puede amar tanto como para llegar a eso? No quería pero lo hizo igual. No tenía ganas de morirse y mucho menos de que lo ejecuten, pero el amor por nosotros le hizo levantar la cabeza e ir derecho al matadero como un cordero que no tiene opción. Que te quede muy claro que a la opción de negarse la tenía, pero la rechazó por el amor que nos tenía.
¿A qué le llamamos amor nosotros? ¿Cómo es nuestro amor hacia Dios? ¿De qué manera y con qué condiciones amamos a los demás? La historia de semana santa tira por tierra todos nuestros argumentos humanos acerca de cómo amar.
La cruz
Para nosotros todo un símbolo de nuestra fe. Para la época, un lugar de muerte, tortura y justicia. Somos muy injustos e irrespetuosos si reducimos la cruz bañándola solo de pensamientos positivos y románticos acerca de una historia que nos hace bien a nosotros. Para Jesús ir a la cruz significó algo así como aceptar la derrota desfilando delante de un público que se le burlaba considerando que lo suyo había terminado y que ya no tenía poder alguno. No se podía caer más bajo y nuestro Señor decidió llegar hasta ahí para conseguir lo que quería darnos.
¿Es posible que seamos capaces hasta de negarnos a una buena causa con tal que nuestra imagen no se vea afectada? Aprendamos del Mesías.
Lo que tuvo que sufrir
Al dueño del universo lo humillaron, lo golpearon de forma animal y lo ejecutaron públicamente bajo el sol como a un delincuente peligroso. Acercarnos de la mayor forma posible a lo que puede haber sido la magnitud del dolor físico, emocional y espiritual de Jesús, es una interesantísima tarea que no dejará indiferente nuestra fe. No nos equivoquemos diluyendo los tortuosos e inhumanos flagelos que tuvo que atravesar el Salvador.
Me pregunto cuántas veces esquivamos todo tipo de molestia aunque esté relacionada con algo que Dios nos está pidiendo.
Lo “increíble” de la resurrección
Muchos no lo creen posible. Nosotros sabemos que está vivo. Que nunca se nos haga común y familiar uno de los milagros más fantásticos de los que la humanidad haya sido testigo. Jesús resucitó y en gran parte todo el recuerdo de semana santa tiene su punto central en lo glorioso, inesperado y sobrenatural de la resurrección de Jesús.
No puedo evitar pensar que la Biblia dice que ese poder que levantó de la muerte al Señor es el que vive en nosotros. ¿Por qué será que a veces nos sentimos tan impotentes frente a algunas cosas que tenemos que cambiar en nuestra vida?
El regalo de la gracia y el perdón
Si algo le faltaba a esta historia alucinante de pasión y triunfo, es que detrás de toda la escena grotesca y cruel de esta muerte injusta se escondían dos conceptos que iban a revolucionar millones de almas rotas y necesitadas como las nuestras. Dios quería extenderle su ilimitada e inexplicable gracia a todos los que la quisieran recibir, y con ella llegaría el inigualable bálsamo del perdón, capaz de suavizar la cualquier herida por más grave que sea y cualquier corazón por más desesperado que se sienta.
Leyendo esto mismo que estoy escribiendo, pienso en cómo podemos tener tan dura la cara para no perdonar a otros, cuando a nosotros se nos ha perdonado tanto y de esta manera.
El tesoro de la salvación
Finalmente, no puedo dejar de ver en el resultado de la cruz la unión entre aquella pascua en la que murió Jesús y este presente de pandemia donde el coronavirus parece ser la noticia más importante. Todo lo que recordamos en semana santa se trata de la salvación, eso es lo que Jesús logró, y ese era el proyecto divino que fue llevado a la acción de forma perfecta.
Muchos podrán creer que cuando llega esta época del año los cristianos solo recordamos una dudosa historia que le da base a nuestra religión. Pero en realidad, somos los dueños de una noticia que tiene la cura para el peor de los males de la humanidad. No necesitamos un mapa mundial para ver los infectados por el pecado, todos lo estamos. Lo que sí sería interesante, es tener un mapa que se vaya actualizando al instante cada vez que en estos días alguno de nosotros (los salvados por la cruz), le contagiamos la luz del evangelio a alguien que, de no ser así, no tendría esperanza eterna ni aun teniendo a su alcance todos los respiradores necesarios.
Por favor, que esta Semana Santa no sea como las otras
Podemos observar la cruz quizás con más detenimiento que nunca antes, y sobre todo podemos hacer correr la esperanza que millones de personas a nuestro alrededor necesitan en estos días raros y complicados. Con solo presionar un contacto en tu celular, encontrarás allegados tuyos que se están hundiendo de a poco en el miedo, la desilusión, la tristeza y la desorientación.
¡Hagamos que aquella cruz que costó el precio más alevoso que a alguien se le pudiera ocurrir, haya valido la pena! Logremos que para muchas personas en esta Semana Santa, la cruz sea más noticia que el coronavirus.
Escrito por: Fernando Altare.
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