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El amor de la pareja no debe encontrar obstáculos de parte de otras personas, ni siquiera de los padres.

¿Será necedad que se nos repita una y otra vez que cuando nos casamos nuestra prioridad debe ser nuestro cónyuge? Ninguna necedad. Es por eso que hay que vivirlo de una manera inteligente, no se trata de dejar de amar, de cuidar a nuestros padres, ni mucho menos de dejar de frecuentarlos, sino de ampliar nuestro corazón y poner en orden nuestros amores.

Cómo relacionarse con los suegros

Cuando llega ese ansiado día de iniciar una vida de matrimonio, para muchos resulta un gran reto el cómo enfrentar la relación con la familia política. Sencillamente porque somos 2 mundos de costumbres distintas que ahora se fusionan. Pueden surgir muchas dudas de cómo hacer para compenetrarnos, para que la otra familia nos reciba bien y que nuestra familia también acepte a nuestro cónyuge.

Hay claves básicas que nos pueden servir para llevarnos mejor con nuestra familia política.

  • Como pareja debemos entender que hay que crear una relación equilibrada y que la prioridad en nuestro matrimonio somos nosotros 2 (inclusive cuando hay hijos). Hay que abrazar la idea de que ahora nos toca construir un camino, una vida juntos, buscar y encontrar vínculos que hagan más fuerte y sólida nuestra relación matrimonial.
  • Mantener una actitud de gratitud hacia nuestros suegros es básico. Si no creemos encontrar nada por qué agradecer, basta con recordar que gracias a ellos nació el hombre o la mujer con quien compartimos nuestra vida.
  • Recordemos que venimos de una familia cuyos hábitos, valores, formas de demostrar el amor son distintos a otros. Puede ser que una familia sea muy fría, desunida y alejada y mientras que otra muy unida y cálida. Hay que encontrar un buen balance y el justo medio para que este tipo de diferencias no sean ocasión de celos y rencillas matrimoniales.
  • Es importante entender que cuando nos reunamos con nuestra familia política, el ambiente debe de ser de cordialidad y total paz. En eso cada uno tiene el control porque somos responsables de cómo reaccionamos y nos comportamos. Hay que evitar a toda costa pláticas, comentarios o situaciones que inciten la creación de un ambiente pesado, hostil o de disputa.
  • Nuestros problemas matrimoniales son nuestros. Lo mismo que nuestra vida íntima. Olvidemos eso de ir a lloriquear con nuestros padrea cuando las cosas no estén álgidas en nuestro matrimonio. Al final del día nosotros nos contentaremos con nuestro cónyuge: tenemos la capacidad de perdonar.
  • Cuando haya reuniones familiares no seamos nosotros los que queramos tener la última palabra. También, inteligentemente, eludamos temas polémicos como la política, religión, etc. Hagámonos presente sirviendo y haciendo lo posible porque todos pasen un momento agradable. Manteniendo una actitud de servicio, disponibles a cooperar y a ayudar siempre que nos necesiten.
  • Siempre es bueno preguntar a nuestro cónyuge por sus padres, hermanos y, en general, por la familia. Que nuestro interés sea genuino y que venga de un amor genuino.

Hay que reconocer que tenemos diferentes ideas, opiniones, costumbres, adquiridas precisamente de nuestras familias. Por lo tanto siempre debe primar el respeto y amor.

 

Vía: Aleteia.org

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