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La tecnología sigue evolucionando y con ello la generación actual pasa cada vez más tiempo conectada en el mundo digital.

La generación sobre conectada…

Recuerdo cuando, de niño, salía a andar en bicicleta por mi ciudadela durante las vacaciones. No recuerdo la hora exacta pero generalmente era en las tardes después del almuerzo. Solía ir a la casa de mi mejor amigo, me encontraba con otros amigos en parques y calles, recorría las cuadras inventando aventuras y volvía a casa varias horas después. Por supuesto, no había teléfonos celulares para que mi mamá pudiera contactarme ni saber dónde estaba. Lo mismo pasaba cuando viajábamos: una vez que nos despedíamos en el aeropuerto o al subir al carro, no volvíamos a saber de nuestros familiares o amigos hasta días después en muchos casos.

Hoy, empero, no concebimos desconocer dónde están nuestros hijos y seres queridos en general. La mensajería instantánea nos coloca a un clic de ellos y otras herramientas como el GPS inclusive nos dan su ubicación en tiempo real. Los textos nos dan la ilusión de estar conectados con personas en otras partes de la ciudad o del mundo, aunque en ocasiones nos distancien de quienes están físicamente cerca.

 

 

Mi experiencia en casa

Con nuestra primera hija cometimos el error de darle un celular a muy temprana edad, 12, inicialmente para poder comunicarnos con ella a la hora de recogerla del colegio. Cuando le habilitamos el internet no pusimos reglas ni condiciones; implementarlas más tarde no fue sencillo. La segunda tuvo que esperar hasta los 15 para su primer teléfono y el dispositivo vino con normas y gestionado a través de una aplicación en cuanto a tiempo diario y horarios de uso, tipo de aplicaciones que puede instalar y geolocalización.

Claro que cada hijo y hogar es diferente, que las circunstancias cambian y que el perfil de uso del dispositivo influye en la flexibilización de esas reglas. Lejos de predicar un camino, les comparto mi propia experiencia. Y no estoy solo. Una investigación de la revista Business Insider, reveló que el 45% de los centennials está conectado casi constantemente, mientras otro 44% varias veces al día. Y para muchos una pantalla no es suficiente.

El fenómeno de second-screen se expande porque los mismos creadores producen contenido para diferentes plataformas e incentivan a que el consumidor se conecte simultáneamente con más de un dispositivo, para no perderse la experiencia completa.

Estudios que muestran la cruda realidad

Yo que soy de la generación que creció “criado” por la televisión, no satanizo la tecnología ni dejo de reconocer sus méritos. El impacto cultural, educativo y social que ha tenido en el mundo es ciertamente importante. Pero como ha sucedido en todas las eras en que la humanidad ha introducido nuevas herramientas, regularlas para aprender a vivir en armonía con ella es esencial.

El reciente testimonio de los CEO de las principales redes sociales ante el Congreso de EEUU da cuenta de los peligros a los que las nuevas generaciones se exponen: Mark Zuckerberg de Meta (Instagram, WhatsApp y Facebook) se disculpó con padres de niñas explotadas o acosadas sexualmente en sus plataformas, algunas de las cuales terminaron suicidándose.

Evan Spiegel de Snapchat también ofreció disculpas por haber permitido que menores compren drogas en línea y luego algunos haber muerto de sobredosis.

Los legisladores cuestionaron también a los representantes de Tik Tok, X y Discord. Y no es la primera vez. En 2021 fueron llamados a declarar, cuando se conoció que Meta mantuvo en secreto -desde 2019- estudios internos sobre cómo Instagram contribuye al deterioro de la salud mental de una gran proporción de jóvenes adolescentes en temas como su apariencia física. El 32% de las niñas se siente peor respecto de sí misma luego de usar la red social, experimentando mayor ansiedad y depresión.

Otro estudio conocido por los ejecutivos mostraba que más del 40% de usuarios se sentía poco atractivo y el 25% que no era suficientemente bueno.

Y evidentemente no es sólo la imagen, también se comparan en línea los estilos de vida, lo que comen, a dónde van a divertirse, las amistades que tienen y las experiencias que disfrutan. Después de mirar algunos perfiles, no sorprende que nuestros hijos terminen con la idea de que la vida de los demás es perfecta o, al menos, mucho mejor que la de ellos. Así, la conclusión inevitable parecería ser que el problema no es el mundo, sino ellos.

 

 

Apoyar sin satanizar a la generación actual

¿Dónde estamos los padres de esos niños? ¿Cómo podemos prepararlos para juzgar adecuadamente lo que ven en internet versus la realidad? ¿Qué herramientas emocionales podemos darles para filtrar verdad y conocimiento de un torrente de información y opiniones? Esperar que a su edad tengan el criterio y la madurez para resolverlo solos es, cuanto menos, iluso. Tenemos que empezar a sentarnos a escucharlos, a interesarnos por lo que ven y oyen, por las personas que siguen en redes y por qué.

Compartir tiempo disfrutando lo que a ellos los entretiene, puede ser una manera de comprenderlos más y poder orientarlos mejor.

No vamos a poder “desconectar” a nuestros hijos ni debiésemos aspirar a ello. Pero ya que su mundo se configura por la hiper conectividad, más vale que aprovechemos esa vía para encontrar cómo conectarnos nosotros a ellos, en línea y fuera de ella.

 

 

Escrito por: Pablo Moysam D.
Twitter: @pmoysam
Spotify: Medio a Medias.

 

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