Es fundamental hoy más que nunca dejar de lado lo no realmente fundamental en nuestras vidas y dejarnos tentar por la oración nocturna.
En la profundidad de la noche, monjes y monjas se levantan porque se saben atendidos y llamados por Dios. Desde hace semanas, todos nos hemos convertido en una especie de ermitaños, así que, ¿por qué no probar con la oración nocturna cuando el sueño no termina de llegar?
Cuando las noticias sobre el COVID-19 nos agobian, cuando la soledad dificulta la vida y cuando la inquietud por nuestros seres queridos se hace cada vez más grande, nuestro sueño puede verse afectado. Insomnio, pesadillas y despertares nocturnos pueden perturbar nuestras noches. En esta situación, la oración nocturna puede resultar de gran ayuda no solo para nosotros, sino para el mundo entero.
Una hermana de Belén, que prefiere permanecer anónima, desvela el secreto de esta particular oración.
¿Cuál es la espiritualidad de la oración nocturna?
Jesús pasaba las noches rezando. ¿Qué hacía? Se dejaba quemar por el amor de su Padre. Lo recibía todo de Él y le daba todo a Él. Se mantenía en Su presencia. La oración nocturna está impregnada de esta receptividad al amor en la gratuidad del encuentro. El monje, ese enamorado de Dios, se levanta de noche porque se sabe atendido y llamado personalmente por Aquel a quien ama. Así, no teme quemar su tiempo y su sueño. Qué puede ofrecer a Aquel que no deja de ofrecerse por amor si no es la gratuidad de un momento de encuentro solitario.
¿Cómo rezar en el silencio de la noche?
La monja reza sola en su celda en presencia del Dios viviente. La adoración eucarística y la palabra viviente de Dios le ayudan a mantenerse despierta en la oración. Este es el lugar de un encuentro incesante con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, guiado por la Virgen María, en la comunión de los ángeles y los santos. En esta vigilia de amor, la monja está unida a las miembros de su comunidad que rezan también en secreto. Todas forman un solo cuerpo, en el gran Cuerpo de Cristo.
Como la monja no es una experta de la oración, tiene que entablar una cruda batalla, como hace todo el mundo. En su pobreza que ella intenta aceptar, debe dejarse encontrar por Dios. Y llega un momento en que logra superar sus miserias para entrar en la gratuidad del Amor.
¿Esta oración nocturna aporta algo al mundo?
Igual que si un niño llora en la noche su madre se levantará en seguida para ir a consolarlo, la monja escucha los gemidos de las personas –quienes sufren o se pierden en las alegrías pasajeras– y vela silenciosamente por el descanso de sus hermanos. Ella sabe que debe dejarse amar por todos los que rechazan el amor de Dios. Que desde el fondo de sus fracasos y sus impotencias ella debe ofrecer su confianza y su esperanza por quienes dudan y desesperan. Ella está ahí para gritar por quienes ya no tienen fuerza, para llorar con quienes lloran solos en el silencio de la noche.
¿Esta oración es una penitencia?
En su pobreza y su sufrimiento, en presencia de su Dios, la monja conoce una dicha que el mundo ignora. Como un vigilante escudriña el día, ella vigila la aurora del regreso de Cristo, que enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos. Su vigilia nocturna anuncia la Resurrección y la victoria de la vida sobre la muerte. En nombre de toda la Iglesia y de todas las personas, ella espera el regreso de Aquel que viene: “¡Maranatha, ven, Señor Jesús!”.
Escrito por: Samuel Pruvot, vía Aleteia.
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