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La mente y el cuerpo son aliados poderosos, por ello debe tenerse un equilibrio diario entre ambos para vivir de manera más positiva.

Podríamos pensar que tener un cuerpo, hace que lo conozcamos y que lo queramos, sin embargo, no es igual tenerlo a conocerlo. Conocerlo implica saber qué puede y qué no, implica conocer sus sensaciones, las cosas que naturalmente lo alegran, es decir que hacen que se relaje, conocerlo también es reconocer sus señales de cuando un lugar es incómodo por ejemplo. Saber qué comidas le hacen bien y cuáles no, qué cantidad comer sin tener que ver una tabla dietaria, si no, porque auténticamente reconozco mis señales de saciedad y también mis indicadores de hambre.

Usted amable lector: ¿conoce así su cuerpo? Como psicóloga de profesión he estudiado, trabajado en terapia personal y me he expuesto a supervisión de casos gran parte de mi vida, estas actividades me han hecho casi experta en reconocer indicadores afectivos.

En mi afán de aprender descubrí que el cuerpo registra todas las emociones a través de sensaciones y decidí trabajar en conectar con mi cuerpo de manera más consciente a través del movimiento y la comida, para esto he trabajado de forma personal con Gabriela Cucalón, nutricionista y profesora de nutrición de la ESPOL, en ser una comedora consciente e intuitiva, desde esa experiencia comparto uno de los deberes que hicimos y que tiene directo impacto en mi autoimagen y mi autocuidado.

 

 

Mi cuerpo y yo

El objetivo de esto es replantear la relación que usted mismo, querido lector, tiene con su cuerpo, el movimiento y la comida. Entonces es importante mencionar que:

Mi cuerpo es blanco, un blanco pálido que se acentúa cuando no tomo sol.

También mi cuerpo es largo y es grande, siempre he sido grande y siempre he sido larga.

Mi cuerpo me permite estar presente, sin él no existo.

Mi cuerpo es fuerte, ahora sé que es fuerte, antes he sido débil, sin embargo, ahora hacemos ejercicio y esto me hace descubrir su fuerza.

Además mi cuerpo tiene rollitos, en mi barriga, en mis brazos y en mi espalda, unos son la evidencia de mi maternidad, otros son parte de mí, a veces los quiero, a veces no.

Mi cuerpo tiene formas, formas bonitas y redondas, de frente y costado es prominente en algunas áreas y esto siempre me ha gustado de mí, me gustan los cuerpos de formas pronunciadas, creo que los cuerpos de formas redondas son bonitos y atractivos, últimamente lo puedo aplicar a mí y sentirme así.

Mi cabeza me ha convencido de que mi cuerpo es pesado, escuché muchas veces que las gordas eran pesadas y lentas, creí que al ser gorda debía ser así, ahora sé que no, estoy descubriendo esa verdad.

Cuando bailo nada me pesa, me muevo con gracia y ligereza. Sin embargo, en el ejercicio cuando debo saltar o sostenerme, solo me quedo parada creyendo que no puedo y dándome cuenta que intentando de a poquito lo voy logrando.

Mi cuerpo tiene una piel suave, cuando empecé a pensar que por gorda no era querible, volqué mi atención a mi piel, cabello y cara.

Hoy por hoy cuido mi piel porque lo disfruto, sin embargo, empezó como un consuelo para sentirme bien “a pesar de lo gorda”. Hoy disfruto cuidar mi piel de manera constante y amorosa, disfruto echarme aceite y frotarlo sintiendo la caricia que me hago para recordarme que es delicioso sentirme cuidada y querida.

Mi cabello es suave, es largo y castaño, tiene ondas, también lo cuido y amo su forma, disfruto peinarlo y mantenerlo limpio, me gusta pintarlo de lila para que lleve mi marca. Mi cara es completa, tiene todo lo que debe tener una cara y su piel me encanta tanto como mi sonrisa, tengo una cara tierna y una sonrisa brillante, mis ojos hablan cuando las palabras no me son suficientes.

Mis manos están completas y me son útiles, hacen muchas cosas, todo el tiempo están haciendo algo, para mí o para los otros, ellas me permiten escribir, acariciar y peinar, esas son de mis cosas favoritas, con ellas siento el mundo y expreso amor.

Mis brazos son largos y abrazan, rodean con amor a aquel que necesite consuelo y descanso, estos brazos me permitieron cargar al hijo y acoger a la hija. También me abrazan y consuelan cuando estoy triste, cargan cosas y se mueven con gracia.

Mis piernas me gustan, son gruesas, largas y redondeadas, me parece que tienen atractivo, caminan mucho y han aguantado harto. Me llevan a todos lados, a veces, me han hecho parar a la fuerza, para entender que debo cuidarme, mis rodillas me han dicho con sus dolores que no puedo cargar más de lo que me corresponde en la vida.

Mi gran aliado al que debo cuidar

Mi cuerpo me ha permitido ser y estar, sin él no existo y le estoy agradecida. Creo que mi cuerpo ahora es mío, al fin voy haciéndolo mío, lo voy asumiendo a partir de cuidarlo, de oírlo y conocerlo, es un trabajo grande ese de entendernos. Ahora sé que no tiene que gustarle a mi madre o a mi padre, a mi pareja o a la gente con la que ande, ahora sé que debe gustarme a mí y que si a veces no me gusta, también está bien.

Creo que mi cuerpo me corresponde manteniéndome sana y ágil.

Sin mi cuerpo no hubiera podido querer y eso hace que conscientemente quiera cuidarlo, mi cuerpo me ha permitido reírme, llorar, sentir morir y agradecer la vida, mi cuerpo me permite experimentar orgasmos, placeres de la comida, ligerezas y satisfacciones como un baño de agua fría.

Mi cuerpo vibra frente al sentir del otro y eso también me permite trabajar y entender el mundo, ha estado conmigo viviendo mis afectos, cuando nadie más estuvo ahí y me permitió avanzar cuando casi no había piso, sería injusto no poder atender lo que él necesita y ha sido ingrato de mi parte no cuidarlo desde antes de ahora.

También creo que mi cuerpo representa mis 44 años, tiene canas y van a apareciendo arrugas, que personalmente me recuerdan lo maravilloso que es reírme y llorar, también creo que las canas son plateadas como la sabiduría que aporta la vida a quien la ha vivido bien.

Creo que mi cuerpo necesita tanta atención como la que le he dado a mi corazón, a mi historia de vida, a mis amigos y amigas, hoy estoy comprometida en que mi ser se note en este cuerpo mío, en seguir haciéndolo mío, en conocerlo y amarlo tal y como es.

 

 

Escrito por: María del Carmen Rodrigo, sicóloga clínica.

 

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