¿Es verdad que los pecados de nuestros antepasados se transmiten y que son origen de muchos de nuestros problemas, incluso psiquiátricos? Hay quienes hacen oración por la sanación intergeneracional… J.R.
Primero definamos qué es esto, porque me imagino que muchos no han escuchado, ni leído sobre este asunto. Sus promotores la definen así: “La sanación intergeneracional para el cristiano, es una oportunidad de reconocer y llevar la sanación a cosas que influyen en la familia, desde el pasado, con repercusiones para el futuro. La sanación intergeneracional nos sugiere la posibilidad de que actos negativos de nuestros antepasados puedan introducirse, de alguna forma en nuestra “sangre” y paguen por ello las generaciones futuras”.
Queda claro entonces que para estas personas, uno está determinado o afectado por las acciones equivocadas de nuestros antepasados: “Yo pagaré sus culpas, y este mal se introducirá en mí y me afectará”.
Primero, lo que se transmite por generación es el pecado original, no el pecado personal de nuestros padres. Luego, en el Nuevo Testamento, Jesús deja claro que no existe una relación entre el mal que sufro y el pecado de mis papás o mis abuelos: “Y le preguntaron sus discípulos: — Rabbí, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego? Respondió Jesús: — Ni pecó éste ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él.”(Jn 9,2) Así que en Cristo, que es la plenitud de la revelación, se aclara esta idea equivocada, de la retribución.
Quienes plantean este asunto, se fundamentan en una cita del Antiguo Testamento: “No te postrarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen: Y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos” (Dt 5,9-10). Este texto hay que entenderlo como parte de la revelación, que es progresiva. La idea principal es que, a diferencia de los paganos, Israel considera a su Dios como Señor de misericordia pues ésta dura por siempre. Pero este texto no puede ser leído aislado de los demás textos, que van enriqueciendo la revelación que Dios hace de sí mismo a su pueblo.
En el profeta Ezequiel, leeremos: “¿Por qué el hijo no carga con las culpas de su padre?», Porque el hijo practicó el derecho y la justicia, observó todos mis preceptos y los puso en práctica, por eso vivirá. La persona que peca, esa morirá; el hijo no cargará con las culpas del padre, ni el padre cargará con las culpas del hijo. Sobre el justo recaerá su justicia, y sobre el malvado, su maldad” (Ez 18, 19-20). Vemos entonces cómo la Sagrada Escritura nos va aclarando que la retribución es individual; por lo tanto, algo que ya se vislumbraba en el libro del Deuteronomio, se va aclarando posteriormente hasta llegar a la claridad total, con Jesús, ante la pregunta de sus discípulos en Jn 9,2.
Por último, en el desarrollo de la doctrina sobre el pecado personal y pecado social, no se menciona la dimensión intergeneracional del pecado. No existe un mal particular (una cultura familiar pecaminosa) que se transmita de generación en generación al punto que deba ser sanada como una realidad existente. Recordemos que el pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, no de un grupo o “de mi árbol genealógico”. Puede haber factores externos que afecten a la persona, y estos pueden atenuar en mayor o menor medida su libertad y la culpabilidad, pero sabemos por fe y experiencia personal que somos libres. Por lo tanto, en cada hombre no existe nada tan personal e intransferible como el mérito de la virtud o la responsabilidad de la culpa. Queda claro entonces que este asunto de la sanación intergeneracional es incompatible con la fe católica que profesamos.
Por P. Enrique Granados
Sodalicio de Vida Cristiana
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