Vivamos esta Navidad llenos de amor y de agradecimiento a Dios por la vida y nuestra familia. Vivamos la verdadera alegría por el nacimiento de Jesús.
Los cristianos creemos que Dios ha nacido entre nosotros y, además, nos ha salvado del pecado. Dios se ha hecho hombre para acercarse a nosotros. Nos ama tanto, que nos quiso probar que estaba dispuesto a renunciar a su condición divina, abajarse hasta nosotros, haciéndose hombre igual que nosotros – menos en el pecado – y dar su vida, en rescate por nosotros. Ese es el motivo de nuestra alegría como cristianos. Es por eso por lo que nosotros podemos enfrentar y asumir en nuestras vidas el sufrimiento y las cruces, sin perder esa alegría y esperanza que anida en nuestros corazones.
¿Cómo aprendemos a vivir la alegría?
Todo lo dicho puede sonar maravilloso, y, efectivamente, es algo extraordinario. Entonces, porque vemos tantos cristianos que – diciendo creer en Jesucristo – pareciera que no logran superar el dolor y sufrimiento que muchas veces tienen que enfrentar. Otros – también los hay – que reniegan de Dios, llegando, incluso, a perder su fe.
La “clave mágica” es aprender a buscarlo al Señor, ahí dónde Él se encuentra. Abrir nuestro corazón a su Amor, y dejar que su Presencia transforme nuestra vida. En realidad, de “mágico” no tiene nada. Se trata de vivir como buenos cristianos, y para eso he querido escribir este pequeño artículo. Para recordar algunas actitudes o hábitos fundamentales para una sana y rica vida espiritual, que nos permita tener una relación de amistad con el Señor.
Tienes que detenerte
El Adviento es el tiempo litúrgico para prepararnos para la llegada de ese Niño Jesús. Para preparar, así mismo, nuestro corazón para el Señor que ya está presente. Celebramos la Navidad del Niño Dios, que ya nació hace algo más de 2000 años. Sin embargo, no es poco frecuente que el frenesí del activismo de fin de año, o, la diversión que busca la mayoría de las personas, huyendo, no solamente del peso de las responsabilidades, que en estos últimos meses de pandemia se han multiplicado exponencialmente – por lo menos para aquellos que no perdieron su empleo – hagan que no podamos tener el silencio necesario para sintonizar con nuestro interior, y encontrarnos con el Señor. Es ahí, en nuestro interior, dónde se da ese encuentro personal de amor con el Hijo de Dios.
No podemos dejarnos arrollar por la vorágine del consumismo navideño, sino vivir ese silencio, que nos permita captar esa presencia de Dios. Presencia que es una realidad invisible, pero que está, que es. Que solo se puede experimentar con el corazón, con el espíritu.
Es muy recomendable vivir lo que San Ignacio desarrolla como el “examen de conciencia”, que, en pocas palabras, es una forma de oración en la que vas tomando conciencia de la providencia divina en la vida cotidiana. Esto nos lleva a comprender nuestra vida personal de una forma totalmente renovada. Así como también, la forma en que entendemos el mundo que vivimos. Se trata de tener una mirada cristiana de la realidad personal y del mundo. Mirar la realidad con los ojos de Dios.
¿Cómo encontrarnos con el niño Jesús?
En el momento actual que vivimos, puede hacerse más difícil encontrarnos con el Señor. Efectivamente, la realidad que vivimos hace meses con la pandemia es muy complicada. La cantidad de enfermos, muertos y situaciones indescriptibles de dolor y sufrimiento. Además, como si fuera poco, se suma la situación política de no pocos países, que pareciera un circo, y genera inseguridad, desconfianza y cada vez más ansiedad.
Sin embargo, en primer lugar, el cristiano vive confiando que Él está entre nosotros, trayéndonos el don de su amor y de su salvación. Hablándonos de muchas maneras. En las Sagradas Escrituras, el testimonio de los santos, los acontecimientos ordinarios de la vida cotidiana, así como en toda la Creación. En fin, el Señor se manifiesta y se deja ver en muchísimos detalles, pero debemos aprender a buscarlos con esos ojos del corazón.
Finalmente, exige de nuestra parte una actitud de búsqueda, dirigiéndole la palabra (oración), presentándole nuestros sufrimientos y cruces que nos entristecen, ofreciendo nuestra impaciencia y todas esas preguntas que nos pueden hacer dudar, cuestionar e, incluso, renegar. ¡No hay problema! El Señor quiere que nos acerquemos a Él como somos, con nuestras alegrías y tristezas, con nuestras luces y sombras. ¡Eso sí! Pidiéndole siempre que aumente nuestra fe. Ruego a Dios para que todos podamos vivir la auténtica Alegría en esta Navidad.
Escrito por: Pablo Perazzo, Máster en Educación. FELICITAS.
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