Hoy los hogares están cada vez más poblados de aparatos tecnológicos: al menos, un televisor, una tableta, el ordenador y, por supuesto, varios smartphones.
Entre todos, esos dispositivos han captado parte de la atención que antes se destinaba a las personas de la casa, y padres y expertos están preocupados por las posibles consecuencias perjudiciales. Un informe recién publicado,“El impacto de las pantallas en la vida familiar”, de Empantallados y GAD3, aborda esta cuestión.
Dos tercios de los padres dicen que las pantallas ayudan a gestionar las actividades familiares, pero 4 de cada 10 afirman que suponen una fuente de conflictos con los hijos y un motivo de preocupación
El estudio se ha realizado en España a través de más de 1.400 entrevistas a padres y madres con hijos menores de 18 años. Además de ofrecer datos sobre el impacto de estos dispositivos en los hogares, incluye propuestas y opiniones de expertos para ayudar a coexistir en esta nueva dinámica familiar en la que es preciso equilibrar el espacio y el tiempo dedicado a la vida digital y la no digital.
Realidad multipantalla
El informe resalta, en primer lugar, que la realidad multipantalla en la vivienda ha transformado la vida de las familias de manera paradójica. El 66% de los padres y madres consideran que las pantallas ayudan mucho o bastante a gestionar las actividades familiares. Al mismo tiempo, 4 de cada 10 padres afirman que las pantallas suponen una fuente de conflictos con los hijos y un motivo de preocupación, porque se les dedica demasiado tiempo y atención.
Ante este último inconveniente, Empantallados recomienda una serie de técnicas de “desintoxicación” que ayuden a mantener una relación familiar más saludable con estos dispositivos, como apagar y alejarse de las pantallas durante las comidas, para estar pendientes de los que nos acompañan, y en las habitaciones, tanto para no interrumpir el tiempo de descanso como el de estudio.
Con respecto a las preocupaciones, desde el punto de vista de los padres, los mayores riesgos para los hijos en Internet son el ciberacoso y la relación con desconocidos, seguidos por el acceso a contenidos inadecuados, la pérdida de tiempo y la sobreexposición. Dentro de las medidas de prevención de estos peligros se encuentran la instalación de controles parentales, colocar los aparatos en lugares que faciliten la supervisión, estar pendientes de los contenidos que consultan los chicos, descubrir cuáles de ellos están adaptados a su edad y fomentar el uso creativo de las pantallas y no el meramente pasivo.
¿A qué edad deberían tener móvil?
Otra de las cuestiones relevantes para las familias es la edad de acceso a la primera pantalla. Los padres creen que la edad media apropiada para tener una tableta está en los 10 años y en los 13 para entregar el primer teléfono móvil. Por otra parte, al ser interrogados sobre su su experiencia al respecto, el 39% de los padres considera que el primer móvil llegó demasiado pronto.
Ante esta cuestión, María Zabildea, analista de tendencias digitales, señala que es preciso preparar a los hijos para el uso correcto de la tecnología desde pequeños, antes de tomar la decisión de comprarles un móvil, y, en plena era de la inmediatez, educar en el valor de la espera, aguantando el tirón de la insistencia de los menores para no precipitarse a la hora de adquirir estos dispositivos.
Por otra parte, la llegada de otras modalidades de pantalla ha provocado cambios en el consumo, aunque no en la importancia, de la televisión en el ámbito familiar. El informe concluye que los menores de 5 años son los que más televisión ven y la mayoría dedica, al menos, una hora al día a esta actividad. Según van creciendo, comienzan a ganar uso otras pantallas, sobre todo el teléfono móvil. Si bien el consumo individual está ganando predominio, Empantallados recomienda recuperar el rato de televisión compartido como una excelente oportunidad para acompañar en el desarrollo del sentido crítico, seleccionando adecuadamente los contenidos que se ven juntos para formar el gusto y el juicio de los menores.
Ahora que aumenta el uso de pantallas individuales, puede ser recomendable recuperar el raro de televisión compartido
Dar buen ejemplo
El estudio también interroga a los padres sobre su conducta ante las pantallas y estos no se reconocen como un buen modelo paras sus hijos. En general, los progenitores hacen un uso más intensivo de las pantallas que sus hijos, nativos digitales. Los padres ven la televisión y otra pantalla de forma simultánea y usan el móvil por la noche, ya en la cama, con más frecuencia que los hijos.
A pesar de estos datos, Fernando Alberca, orientador educativo, señala que “el padre perfecto es el imperfecto, el que se puede superar” y anima los progenitores a intentar mejorar, de manera que su ejemplo y sus reacciones ante lo tecnológico sean educativas (no entrar hablando por teléfono y sin saludar y no dormirse mirando el móvil o la tableta). Igualmente, es preciso atender a los menores en el ámbito no digital (valorarles dentro de casa, ayudarles a mantenerse alejados de las pantallas, escucharles, fomentar ejercicios de concentración e incrementar su vocabulario para expresar emociones o estados de ánimo).
Por último, el estudio expone que los padres son conscientes de que la realidad multipantalla ejerce una gran influencia en sus hogares y el 60% desea saber más sobre educación digital para formar a sus hijos en un uso saludable y responsable de las tecnologías. Ante esta necesidad, los recursos a disposición de los interesados son variados, desde contactar con organizaciones relacionadas con la formación digital como la propia Empantallados, a compartir experiencias y marcos de actuación con otras familias, establecer normas en el hogar y pedir la colaboración a los hijos, organizar sesiones de formación en colegios…
En definitiva, aunque el reto para las familias es enorme y no está exento de peligros y amenazas, todo lo anterior es una muestra de que la formación y la educación es el mejor recurso para evitarlos o ponerles remedio. Como se deduce del informe, no tiene cabida adoptar una actitud pasiva, ni tampoco catastrofista o apocalíptica, en torno al deterioro de la calidad de las relaciones humanas debido a la inevitable invasión tecnológica del espacio familiar y social. Tal y como afirma la psiquiatra Marian Rojas, “la tecnología ha venido para quedarse y es buena si sabemos utilizarla. Si la sabemos dominar, nos ayudará a crecer tanto interiormente como en nuestras relaciones con otras personas”.
Por Larissa I. López, vía Aceprensa