¿Cómo va tu 2021? ¿Bien, mal o más o menos? Bueno queremos compartir contigo 5 lecciones del 2020 que ni tú ni yo debemos repetir.
Superada la trampa hobbesiana del 2020, le propongo cinco lecciones del 2020 que debemos aplicar este nuevo año -en casa, la escuela y la empresa-.
1. La vieja normalidad es anormal
La urgencia climática, la desigualdad, la inestabilidad política global, la ralentización de la economía consumista, la incertidumbre de la veracidad informativa, los relatos falsos, la uniformidad inicua de los contenidos educativos, los liderazgos enervados, la ley maltratada, la injusticia intergeneracional, incluso la pandemia -producto de la zoonosis-, son problemas heredados de una vieja normalidad anormal.
Para evolucionar no podemos volver a la vieja normalidad.
Una vieja normalidad con tres problemas interconectados: de institucionalidad, económico y climático.
En “Willful Blindness: Why We Ignore the Obvious at our Peril” (circa 2011), Margaret Heffernan propone que las amenazas más grandes son aquellas que no vemos. ¿Por qué no las vemos? Por nuestra ceguera voluntaria (willful blindness).
No vimos nuestra adicción a la certidumbre. No vimos que las tecnologías no podían predecir el futuro. No vimos la pandemia -per se-.
No vimos nuestra responsabilidad en la crisis climática.
Debemos aprovechar las oportunidades que residen más allá del entorno conocido.
2. La mejor manera de improvisar es ensayando
Los errores de gestión de los poderes públicos en los países más afectados por el COVID19 evidenció falta de preparación. Improvisación. Peligrosa espontaneidad. Miopía.
Los problemas -políticos, empresariales, de empleo, de salud, educativos, institucionales- se convirtieron en urgencias ¡ya!
El filósofo australiano Roman Krznaric, dice que vivimos una “tiranía del ahora” con un “cortoplacismo frenético”. Pero con problemas de largo plazo.
El desempleo no se resuelve -solamente- con mucha voluntad y cien minutos. La crisis de salud no se resuelve -solamente-con decretos y mascarillas. La crisis climática tampoco.
Debemos actuar en el corto plazo pero planificar, prever, ensayar, para el largo plazo.
3. Lo básico es vital
En un instante todo lo que dábamos por básico -como el contacto físico, las sonrisas, la libertad de salir a jugar, la salud, los sueños- se (re)descubrió vital.
La macroeconomía no es más importante que la respiración.
Debemos devolver el enfoque, las inversiones, la creatividad, al mantenimiento de lo importante.
4. El tejido social está deshilachado
Somos como una colcha de bregué. Pero destejida. Si bien somos más homo empathicus y no sólo homo self-centricus (como propone Krznaric a BBCNews), la pandemia y las crisis evidenciaron altos niveles de ecpatía (como octubre 2019 en Ecuador).
Debemos zurcir las familias, los barrios, las ciudades, los países. Y para ello necesitamos liderazgos firmes -en los sectores público y privado-.
5. La educación no educa
Cuando todos los contenidos están a un clic de distancia, memorizar no sirve. Educar en la uniformidad es anacrónico. Enseñar vía digital los mismos contenidos del aula no es educar sino negociar con el futuro.
Leer los textos escolares por zoom no actualiza los contenidos y no construye significados -ni al docente ni al alumno-.
La digitalización permite la personalización.
La educación debe ser individualizada, asincrónica.
Los contenidos -desde el primer nivel hasta el último- deben ser actualizados.
Debemos privilegiar la ciencia. Promover habilidades como comunicación, cooperación, creatividad, pensamiento crítico. Leer más. Experimentar.
Equivocarnos y aprender de los errores.
Invertir en ciencia y tecnología. Invertir en formación continua.
Contratar más polímatas.
Preparar más polímatas.
Al final, uso las palabras de Yunus (Nobel de la Paz), “… es nuestra gran oportunidad para crear un mundo más justo”.
Escrito por: Andrés Seminario.
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