Compartir:

Si eres primerizo o primeriza respecto a la lectura de la Biblia, es importante que conozcas sobre sus libros, cartas y evangelios.

¿Por dónde empezar a leer la Biblia para alimentar la fe?

Parafraseando a san Pablo, podríamos decir que muchos fieles no leen la Biblia que les gustaría leer, aunque es Palabra de Dios. Menos aún la leen cuando no les gustaría. Sin embargo, leer la Biblia es necesario para el crecimiento de nuestra vida espiritual y de nuestra fe.

En su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium, de 2013, el Papa Francisco aconsejaba la lectura regular de la Biblia, sobre todo desde una perspectiva misionera:

«La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos así, su belleza nos sorprende y seduce cada vez. Por eso necesitamos urgentemente redescubrir un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que nos ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor que transmitir a los demás». (§ 264)

Sin embargo, dar el paso no siempre es fácil, dada la inmensidad de las Escrituras. He aquí una selección de libros, inevitablemente subjetiva y muy parcial, según los deseos de cada cual. Lo mejor es leerlo todo, por supuesto, y hacerlo en una Biblia comentada con introducciones para cada libro (Biblia de Osty, Biblia de Jerusalén, Traducción Ecuménica de la Biblia, etc.).

 

 

DIOS ACOMPAÑA A LA HUMANIDAD: LIBRO DE TOBÍAS

Este pequeño libro de la Biblia no es el más conocido; sin embargo, leerlo en apenas una hora es una excelente manera de ver la diversidad de la Palabra de Dios. A través de este tipo de relatos, comprendemos que Dios siempre acompaña a quienes permanecen fieles a Él a pesar de las pruebas.

Esta cercanía a Dios se manifiesta aquí por la presencia del arcángel Rafael, del hebreo «Dios cura». De hecho, la historia conduce a Tobías en busca de una cura para la ceguera accidental de su padre Tobit, y le lleva a conocer a Sara, que lucha contra un demonio. Su unión da lugar a una de las más bellas oraciones entre cónyuges.

COMPRENDER (O NO) EL SUFRIMIENTO: LIBRO DE JOB

Este libro es largo, a menudo redundante y notoriamente oscuro. Es fácil encariñarse solo con los capítulos 1 a 3 y 38 a 42, aunque los inquietantes pasajes también nos permiten experimentar el sufrimiento de Job, un hombre justo repentinamente a merced del Diablo, que quiere demostrar a Dios que solo el consuelo explica la fidelidad de este hombre al que no le falta nada.

El sufrimiento de Job lo aísla, y los amigos que tratan de justificarlo hablan en el vacío. Pero la prueba no es estéril; da a Job la oportunidad de conocer de verdad al Dios del amor.

HABLAR CON DIOS: LIBRO DE LOS SALMOS

¿Conocemos realmente los salmos? A menudo pensamos que sí, ya que la liturgia les concede un lugar importante. Leerlos en cursiva es más raro, pero nos permite descubrir textos desconocidos, captar coherencias y correspondencias.

Sobre todo, esta lectura es una oportunidad para ver hasta qué punto las oraciones de Israel abarcan todos los estados de ánimo humanos, incluso hoy en día.

De la cólera a la alabanza, de la impaciencia al reconocimiento de las propias faltas, los salmos nos dan las palabras para expresar a Dios el deseo de nuestro corazón.

CONVERTIRSE EN DISCÍPULO: EVANGELIO DE MARCOS

Conocer la Palabra de Dios implica inevitablemente leer un Evangelio. Marcos no es el más fácil, a pesar de las apariencias, pero sí el más breve. Sobre todo, está concebido para que el lector descubra poco a poco la identidad de ese Jesús, que es Cristo e Hijo de Dios.

Siguiendo las huellas de los discípulos, cada lector es conducido a formarse su propia opinión sobre este hombre extraordinario y hacedor de milagros, y a decidir si le sigue o no: esa es la cuestión.

ACTUAR COMO CRISTIANO: CARTA DE SANTIAGO

El Nuevo Testamento se asocia a menudo con los cuatro Evangelios, a veces con las cartas de san Pablo. Pero tras ellos hay otras siete epístolas, entre ellas la atribuida a Santiago, jefe de la primera comunidad jerosolimitana (de Jerusalén).

Este texto breve e incisivo pretende ser una exhortación a la vida cristiana. Ciertamente, la fe no es una práctica en sí misma, pero la forma en que actuamos es un reflejo de la fe, en particular nuestra preocupación por los pobres.

 

 

Escrito por: Valdemar de Vaux, vía Aleteia.

 

Compartir: