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El rencor nos aleja incluso de quienes tenemos más cerca físicamente. Solo hay una manera de borrar esta enfermedad espiritual.

Solo hay una manera de borrar realmente el rencor que albergamos hacia otras personas. El cardenal Matteo Zuppi, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, considerado por muchos “papable” (buen candidato a ser Papa), explica este “remedio” en su libro Guarire le malattie del cuore (“Curar el enfermedades del corazón”).

El resentimiento, dice el cardenal Zuppi, es una de las enfermedades espirituales que nosotros mismos cultivamos con esmero, por contraproducente que sea.

De hecho, ciega nuestra visión, tanto que no podemos ver nada más que el mal que sentimos que hemos sufrido (que a veces existe solo en nuestra propia imaginación).

Esta “enfermedad del corazón” es como un maremoto del mal, que lo sumerge todo y del cual es muy difícil liberarse.

Creemos que la injusticia que hemos sufrido justifica nuestros sentimientos negativos. Si no se elimina, esta semilla del mal seguirá creciendo en nuestros corazones.

 

 

Rencor una enfermedad espiritual a largo plazo

El rencor, añade el presidente de los obispos italianos, a menudo se arraiga sin consecuencias inmediatas, permitiéndonos sentirnos bien con nosotros mismos; nos decimos a nosotros mismos que no odiamos a la persona, simplemente la evitamos. “No tengo nada contra él, pero no quiero verlo ni hablar con él”, decimos. “Solo dejé de saludarle”.

Difícil de arrancar

No es fácil deshacerse del resentimiento, dice el cardenal Zuppi. Y no es en modo alguno automático, porque renunciar a nuestros rencores parece implicar violencia hacia nosotros mismos. Hacerlo requiere mucha perseverancia.

El resentimiento acecha en las insatisfacciones de nuestro corazón y se arraiga fácilmente.

Por eso también debemos perdonar sin reservas y sin condicionarlo a la conducta o compensación del ofensor. Y perdonar no implica buscar primero la justicia.

 

 

Un ejercicio que requiere esfuerzo

De hecho, ¡solo el perdón puede realmente ayudar a encontrar justicia! El resentimiento acecha en los miedos, en el sentido de la injusticia sufrida e incluso en el apego trivial a las propias convicciones.

Perdonar, precisamente por esto, es un ejercicio y requiere esfuerzo, para que poco a poco lo que al principio parecía imposible se haga fácil.

¡Vale la pena perdonar! Sólo el perdón nos libra del mal que hemos sufrido: este es el único remedio posible para vencer el resentimiento.

 

 

La “receta” de Jesús

Setenta veces siete es la medida infinita del perdón indicada por Jesús, liberándonos de cálculos y limitaciones.

La única forma en que siempre podemos perdonar es si amamos, porque solo el amor rechaza todas las medidas y límites, como un padre o una madre que siempre acoge a sus hijos.

El amor cubre todas las cosas, cree todas las cosas, soporta todas las cosas. Todo. Por eso también Jesús recomienda perdonar “de corazón” (Mt 18,35).

Las cosas a evitar

El perdón, entonces, enfatiza el cardenal Zuppi, nunca es un asunto abstracto, sino que siempre está muy relacionado con cómo vivimos toda nuestra vida.

Si no escuchamos a Jesús, si no nos dejamos amar por él y si no lo amamos, si rezamos poco, si vivimos egocéntricos, sin duda será más difícil optar por el perdón, y terminaremos convirtiéndonos en víctimas del resentimiento.

La “memoria sabia” del mal

La retrospectiva, en cambio, purificada por el perdón, nos ayudará a tener un recuerdo sabio del mal que hemos sufrido o causado, para combatirlo con mayor eficacia y saber reconocerlo, pero sin entrar en el peligroso laberinto del rencor.

Seremos felices con el don inmerecido del perdón que, cuanto más lo demos a los demás, más sabremos recibir para nosotros.

 

 

Escrito por: Gelsomino del Guercio, vía Aleteia.

 

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