No es garantía que al cumplir tal edad o salir del colegio, tu hijo esté listo para alejarse de sus padres. Dependerá de las experiencias, modelos y aprendizajes de cada persona.
Todos los hijos e hijas necesitan afecto, atención, apoyo y guía de su familia, principalmente de su padre y de su madre, para poder crecer de manera saludable y formar una buena vida.
Más aún los hijos en aquellas etapas vulnerables, en las que, la presencia de un familiar, puede ayudarles a conseguir la estabilidad y el aprendizaje que los lleve a comportarse de manera adecuada, en sus aciertos y errores.
Hasta hace algún tiempo se consideraba que todas las personas pasaban a ser adultos jóvenes a partir de los 18 años, y adquirieran automáticamente las responsabilidades, derechos y estilos de vida diferentes a los acostumbrados.
En muchos casos, todos estos cambios se dan cuando el hijo se aleja físicamente de sus padres: cuando se va a estudiar a otra ciudad o país, o salen a buscar otras oportunidades para mejorar su nivel de vida, conocer otros lugares, etc. Esto ocurre muchas veces sin que los padres consideren y reflexionen si ese hijo está listo para vivir lejos de ellos.
No se puede pasar de una etapa a otra con exactitud, no es garantía que al cumplir tal edad o salir del colegio se esté listo o no para alejarse de sus padres. Este cambio de etapa dependerá de las experiencias, modelos y aprendizajes de la persona.
Adolescentes extendidos
La adolescencia es una etapa de muchas oportunidades tanto para los padres y como para los adolescentes, siempre y cuando se conozcan las estrategias correctas que hagan aumentar las posibilidades para hacer de esta etapa un tiempo de mucha expectativa, crecimiento, unidad familiar, y lo más importante, que al ser una etapa vulnerable, los padres y la familia tienen la gran oportunidad de terminar de amoldar, reparar y fortalecer características y rasgos del adolescente que los llevará a formar su personalidad.
Una de las causas de la adolescencia tardía o de la ausencia de la adultez joven es la carencia de responsabilidades, muchas veces por ser los propios padres quienes no los responsabilizamos oportunamente, dejándolos sin la oportunidad de llegar a esa madurez que necesitan, con más razón si tienen la necesidad de irse pronto, fuera de casa.
La familia es la primera educadora de los hijos; por lo tanto, es la responsable de ayudar a los adolescentes a llegar a esa madurez y estabilidad emocional, tan necesaria para que actúen de manera coherente y beneficiosa hacia los demás y hacia ellos mismos.
Es muy cierto que para educar y formar a los hijos no hay recetas, pero también es cierto que hay herramientas y estrategias básicas que debemos emplear en la educación y guía de los hijos, adaptándolas a la personalidad de cada uno.
Los hijos necesitan terminar de crecer con sus padres en afectividad, valores, experiencias y en todos los temas relacionados a la formación de la persona. Por el amor que les tenemos les enseñaremos lo mejor.
Por Lcda. Isabel Cárdenas de Cordero
Master en Educación y Terapia Familiar
isacardenasm@yahoo.com