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“Quien tiene la misión de decir cosas grandes, está obligado igualmente a practicarlas”. Papa San Gregorio Magno. 

Cuando un nuevo ser humano nace, sus padres son los primeros encargados de cuidarlo, alimentarlo, proveerlo de todas sus necesidades y de formarlo. Ellos están llamados a ser los primeros y continuos educadores de sus hijos. Esta tarea es nada fácil pues cada niño es un mundo y la forma de educar a un hijo posiblemente no funciona con el otro, pero lo que sí es seguro es que los padres, para llevar esta gran misión, cuentan con una herramienta esencial e insustituible: el ejemplo.

De acuerdo a los estudios del psicólogo ucraniano-canadiense, Albert Bandura, los niños aprenden de modelos adultos los comportamientos “adecuados” y concluye que “si los padres son buenos modelos, los niños tendrán buenas pautas de comportamiento, las imitarán y harán suyas las virtudes y valores humanos, primero de lo que ven, luego sienten y finalmente escuchan”.

Por lo tanto, los padres deben aprovechar todas las situaciones cotidianas como saludar, poner la mesa, trabajar diariamente, hacer las compras en el supermercado, hacer las tareas de la escuela, para que los niños adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades. Cualquier circunstancia por insignificante que parezca, es una oportunidad para que papá y mamá puedan educar con el ejemplo.

La intimidad del hogar, sin duda, es el mejor lugar donde los padres pueden inspirar a sus hijos los valores que quieren inculcarles.

La ventaja de este tipo de aprendizaje a diferencia del que los niños reciben en la escuela, es que es algo no intencionado, informal y asociado con la realidad del momento. En este proceso espontáneo, el niño no siente que está aprendiendo, porque es algo novedoso para él y en este contexto puede tener la confianza para hacer preguntas, lo que implica que los padres deben estar bien formados e informados para poderles contestar oportunamente con paciencia, amor y dedicación.

La intimidad del hogar, sin duda, es el mejor lugar donde los padres pueden inspirar a sus hijos los valores que quieren inculcarles. La familia es el ambiente natural de formación, en ella el niño aprende a comunicarse, adquiere costumbres, hábitos y la forma de afrontar los diferentes problemas que se presentan en el día a día.

La familia forma y transmite lo que es ser familia y cada uno de sus componentes son constantes modelos. Los padres son el espejo donde los hijos se ven reflejados. A través del amor que se tienen los progenitores y cómo se tratan el uno al otro, le muestran a sus hijos, lo que es el amor y habitualmente los niños repiten este modelo de pareja en sus futuras relaciones.

Así pues, los padres deben estar conscientes que siempre son observados por sus hijos, por lo que sus actos deben ser consecuentes con lo que se les pide a ellos. Por ejemplo, si una madre le dice a su hijo que no mienta, y ella cuando la llaman al teléfono le pide que diga que no está, definitivamente no está siendo consecuente con lo que exige. Los hechos son los que cuentan y las palabras se vuelven contraproducentes si hablan un  lenguaje que los hechos contradicen. Ahora bien, ser ejemplo, no quiere decir que los padres no pueden equivocarse, por el contrario, una buena enseñanza para los niños es ver que es normal equivocarse, pero que sus padres siempre intentan hacer las cosas bien y que si se equivocan aceptan sus errores y los corrigen.

Nunca se debe pensar que los hijos ya han crecido lo suficiente o que ya están “bien criados” como para seguir siendo buenos modelos, pues cada etapa de sus vidas trae diferentes situaciones de las que siempre podrán sacar nuevos aprendizajes del ejemplo de vida de sus padres. 

 

 

Por: Paula Ávalos de Romero

 

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