Un hijo necesita ser criado y amado de la mejor forma posible… pero hay que estar claros: los padres no son sus amigos… son sus padres.
¿Cuántas veces habré escuchado a padres que, con genuino orgullo, dicen ser amigos de sus hijos? E inmediatamente incluso sin habérselo pedido, argumentan sus motivos:
- «Así -mi hijo- tiene más confianza conmigo».
- «De esa manera me cuenta sus cosas».
- «Es para que sienta que en casa hay alguien de su lado».
- «Prefiero saber todo y si es necesario lo ayudo en lo que necesite».
Razones hay de lo más variadas, pero de todos los comentarios tal vez el último sea el más penoso, se trata de un afán desmedido de complicidad, con la intención implícita de burlar las reglas.
En determinado momento son esos mismos padres los que sienten que la situación se les escapa de las manos y que por mucho que hayan intentado obtener cercanía con sus hijos no les funcionó y que por el contrario terminaron alejándolos de sí, llegando a faltas de respeto, igual o peor que antes de utilizar su ‘estrategia’; es ahí cuando intentan dar un paso al costado y recobrar su autoridad, pero ya es demasiado tarde.
¿Qué es un amigo?
Un amigo es un apoyo en momentos de dificultad pero también es un compinche de travesuras. Un niño puede tener muchos amigos a lo largo de su vida, los cuales con el paso del tiempo sabrá ir seleccionando con cierto criterio y a quienes en determinado momento dejara ir, ya sea porque dejaron de tener afinidades o los círculos sociales cambiaron. Pero los padres no tienen sustituto.
CUANDO UN PADRE ‘ABDICA’ ANTE SU ROL, TENEMOS UN HUÉRFANO CON PADRES VIVIENTES, Y ESO ES PEOR.
El valor de los padres
Los padres son el primer y más importante referente que tiene el ser humano:
- Protegen.
- Transmiten seguridad.
- Brindan confianza.
- Ejemplifican las buenas prácticas.
- Transmiten valores.
- Enseñan a resolver problemas cotidianos y desenvolverse en el mundo.
- Orientan en momentos de incertidumbre.
- Brindan consuelo.
- Comparten alegrías.
- Reprenden y corrigen.
Un padre a carta cabal, no delega sus funciones, no ‘arruga’ cuando el deber llama; ejercerá su rol aun cuando ello represente sentir que se le encoge el corazón luego de decir un regaño, así como también sabrá que los pucheros y ceños fruncidos son solo malos momentos y que las buenas enseñanzas así como las correcciones hechas a tiempo son perdurables. Son su legado.
Escrito por: Andrea Velasco, Psicóloga. Instagram: @psicolog.a
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