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No permitamos que las calificaciones sean el único indicador de que nuestros hijos lo están haciendo bien o no.

Nuestros chicos han terminado su año escolar, e independientemente de la etapa educativa en la que se encuentren, el principal criterio de éxito para evaluar su rendimiento académico son las notas. Aunque los padres y maestros sabemos que la educación no se limita a trasmitir información y repetir conocimientos, parece que, al momento de evaluar, sí es lo único que estamos midiendo. Vale la pena reflexionar sobre qué otros aprendizajes han logrado este año escolar, cómo han cambiado y cómo han crecido.

Para ayudarnos a enmarcar un poco este análisis, es necesario poner atención a lo que, desde hace más de 20 años, se conoce como Inteligencia Emocional. Este concepto, popularizado por Daniel Goleman en 1995, amplía nuestra concepción de la Inteligencia que se concebía solamente como una habilidad que nos permite resolver problemas operativos. Esto usando habilidades cognitivas para hacernos pensar en la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar los estados anímicos propios y ajenos.

El mayor o menor coeficiente emocional va a estar dado por el nivel de desarrollo que alcancemos o permitamos que alcancen nuestros hijos y alumnos en 5 habilidades:

Este cambio de concepto ha propiciado el nacimiento de nuevas maneras de conducir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Entre las que están: técnicas de trabajo colaborativo, aprendizaje basado en experiencias, procesos de tutorías personales y evaluaciones reflexivas. Estas dan la oportunidad de poner en común en el salón de clases las experiencias de cada estudiante y permiten apuntar a una educación cada vez más integral.

Aprendizajes de vida

Sin duda, el mayor aporte en este aspecto lo hace la familia. De manera intuitiva, cada padre puede evaluar el progreso de estas habilidades en sus hijos. Sin embargo, sería ideal aprovechar las vacaciones para poner especial atención a cada una. Para esto debemos tener en cuenta que, a diferencia de los conocimientos teóricos (que pueden ser enseñados por otros), para educar las competencias emocionales es vital que el aprendizaje parta de la propia vida y de la experiencia de cada uno.

Acompañemos en los colegios las actividades que se realizan para fortalecer estas habilidades. Los invito a involucrarse con la formación que se brinda y sobre todo a estar con los hijos en cada momento. Al final tendremos hijos más inteligentes emocionalmente que lo demostrarán en su desarrollo y desenvolvimiento.

Por: Psic. Inés Cobo de Gilbert
Directora Ejecutiva del Sir Thomas More

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