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Siempre es bueno compartir reflexiones para padres… la que en esta oportunidad compartiremos tiene por título: «Siempre me quejé de no tener tiempo en familia».

Esta vez quiero hacer unas cuantas preguntas, a modo de examen de conciencia, para que en familia podamos reflexionar y compartir. En sentido muy positivo, tratando de cambiar alguna actitud, si nos damos cuenta de que podemos vivir y aprovechar mejor estos días de aislamiento.

En primer lugar, quisiera recordar algunas frases típicas que solemos decir cuando de pasar tiempo con la familia se trata: «Ya quisiera tener más tiempo para estar con mis hijos», «El poco tiempo que tengo, lo necesitan mis hijos, y ya no nos queda mucho como pareja».

«Si no trabajo lo que me exigen, no puedo pagar las necesidades de mis hijos, ni los servicios básicos de la casa». «Cuándo tendremos esas vacaciones para pasarla en familia», «Mi hijo adolescente ya no quiere ni verme la cara». «Se pasa tanto tiempo fascinado con su tableta o celular, que ya casi ni conversa».

«Extraño esos momentos juntos a la mesa, compartiendo el desayuno, almuerzo o cena»… y tantos más, la lista parece casi interminable. Cada uno podría, seguramente, mencionar otras justificativas, para no tener tiempo en familia.

¿Estoy abriéndole el corazón a mi familia?

Bueno… quiero que cada uno se pregunte, si con esta situación ¿estoy abriéndole mi corazón a mi esposo (a)? ¿está siendo una ocasión para rezar juntos como familia?, ¿aprovechamos para conversar más con nuestros hijos?

¿Podemos compartir lo que estamos pasando o experimentando en este tiempo de nuestras vidas? No me refiero a «este tiempo» con el aislamiento, sino a esta etapa de mi vida. Normalmente, nos justificamos, diciendo que no encontramos el momento para hacerlo. ¿Estamos jugando algún juego de mesa en familia? ¿Inventándose, creativamente, actividades entre padres e hijos?

El trabajo ha aumentado pero también la oportunidad de compartir más

No son pocas las personas, con las que he conversado, que me dicen estar trabajando más que antes. Que siguen, incluso, haciendo más tareas. Muchísimos están haciendo homeoffice. Efectivamente, Internet y y las redes sociales facilitan y permiten que el trabajo de las empresas siga avanzando.

Pero… (excluyendo, obviamente, los que se están sacrificando tanto, como los médicos, personal sanitario y de salud, así como servicios básicos, etc… ) ahora, todos estamos juntos bajo el mismo techo. Las distancias, el tráfico, las horas de oficina, ya no son excusa para no «tener tiempo con la familia».

No quiero decir que ya no trabajemos los que podemos y necesitamos hacerlo (desde casa), pero estos 15 o 30 días de aislamiento aprovechémoslos. Usémoslos para conversar, compartir, mirarnos, perdonarnos, jugar y rezar juntos.

Cocinar, preparar canchitas y ver juntos una película edificante. ¡Cuántas cosas —hace tiempo— los cónyuges quieren conversar! Y no han tenido el rato de tranquilidad para hablarlo con la paz y serenidad necesaria.

Tiempo especial para crecer en la vida cristiana

Rezar juntos en familia el Rosario. Leer o escuchar el Evangelio del día y conversarlo. Compartir juntos la tarea del hogar. Unos pueden cocinar, mientras otros lavan la ropa, o limpian la casa (aunque no suene muy emocionante para los más jóvenes).

El hecho de pasar todo el día juntos no tiene que ser motivo de aburrimiento, sino ocasión para acercamiento y reconciliación. ¿No será el momento para pedir perdón y dárselo al que me causó un daño?

Como padres, podemos ayudar a los hijos con esas dificultades o problemas que tienen actualmente, y que nunca se han discutido en familia. Oportunidad para que los hijos pregunten a sus papás o abuelos historias antiguas de la familia.

A veces los hijos no saben cómo se conocieron y empezaron a enamorarse sus padres. Anécdotas de cuando eran jóvenes. Oportunidad para crecer en la amistad y en el amor de familia. ¡Así que ánimo!

Veamos estos días como la oportunidad para fortalecer nuestra fe, hacer madurar nuestro amor familiar y estrechar los lazos de cariño. Que la relación conyugal se fortalezca, a través del diálogo pacífico y sereno.

No olvidemos

Que la responsabilidad que tienen los padres hacia los hijos fructifique en el compromiso prioritario que tienen para ayudarlos a crecer en la fe. Pongamos todas estas intenciones a los pies del Señor, y pidamos a la Virgen que nos cubra bajo su manto protector. ¡Amén!

 

Escrito por: Pablo Perazzo, Máster en Educación.

Fuente: catholic-link.com

 

 

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