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En una sociedad cada vez más interconectada, supervisar el uso que los menores hacen de las nuevas tecnologías para la comunicación es una importante responsabilidad de los padres.

 Vivimos en un entorno virtualmente más conectado al mundo digital, pero desconectados de la realidad. Esto se refleja en los niños que prefieren dedicarle su tiempo de ocio a dispositivos digitales que, a jugar en el parque, realizar actividades extracurriculares o compartir momentos en familia. Como padres pensamos “mi hijo es tranquilo”, “mi hijo es tímido”, “mi hijo prefiere otras actividades, que perseguir una pelota”, pero nos hemos preguntado: ¿mi hijo es feliz?

No hay jóvenes malos, sino jóvenes mal orientados

-San Juan Bosco.

Ellos viven en un mundo virtual en el que muchas veces entran por curiosidad, pero en el donde se quedan con el fin de ser aceptados. Un mundo en el que ser popular depende de la cantidad de amigos “virtuales” que se tenga, donde no importa qué tan buena persona o qué tan grandiosas ideas tengas sino la cantidad de “me gusta” que tengas en una publicación, ¿podemos decir que nuestro valor personal se mide por la cantidad de “me gusta”?

¿Cómo se refleja esto en nuestros hijos?

El ser humano por naturaleza es sociable y tiene un instinto biológico de formar grupos o manadas. Por esa razón, es vital en los adultos sentir la necesidad de conseguir pareja, como un niño al tener amigos y ser aceptado por ellos.

¿Qué papel toman las redes sociales en este instinto biológico? En la actualidad, según un estudio publicado por la BBC, las redes sociales más influyentes son cinco: Instagram, Facebook, Snapchat, Twitter y YouTube. De estas, la última (YouTube) tiene mayor influencia positiva y la primera (Instagram) es la que posee mayor influencia negativa en los jóvenes, a razón de que muestra un estereotipo de cuerpo o vida ideal que provoca que ellos se sientan deprimidos por no tener ese estilo de vida o aspecto físico.

Hoy vemos una alta tasa de jóvenes con problemas de autoestima, depresión, trastornos alimenticios, etc.; debido a la gran presión social que sienten al estar inmersos en este mundo. Para un joven, ver por distintas plataformas digitales, como Instagram, que sus amigos organizaron una fiesta y no lo incluyeron, tiene el mismo nivel de estrés, como cuando un adulto no puede alcanzar el pago mínimo de su tarjeta de crédito.

El papel de los padres

Como adultos, preguntémonos: ¿cómo puedo ayudar a mi hijo a sobrellevar este tipo de situaciones? Para esto, es importante divisar las señales y siempre brindarles tiempo a nuestros hijos para evitar que nos tome por sorpresa.

Un próximo artículo de este título, trataremos los aspectos positivos en la era digital para nuestros hijos e indagaremos en la búsqueda inconsciente de un joven por ser aceptado en este camino al que llamamos vida.

Por Andres Borbor C.
Psicólogo general.
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