Frecuentemente se escucha a los padres que comentan esto en las escuelas, a profesores particulares y a otros padres que “a sus hijos no les gusta estudiar”.
Ante esto, los escenarios pueden ser varios: el niño que grita cuando le cuentan que contrataron a un profesor para que le ayude a reforzar las materias, la niña que se rehúsa a hacer el deber porque no lo entiende y los padres terminan haciéndolo por ella, las lágrimas y pataleta porque hay que estudiar para exámenes. Cada uno tiene una historia parecida entorno a los estudios.
Bajo estas premisas se generan tres interrogantes: ¿las escuelas exigen mucho?, ¿el niño es vago? , o ¿se está viendo a la educación como una obligación no grata?
Aunque existen múltiples investigaciones que apuntan a que no se deberían enviar deberes a casa, la realidad ecuatoriana es otra. Un grupo de padres y profesionales sostienen que es importante porque les ayuda a afianzar conocimientos, los motiva a ser responsables y los mantiene ocupados. Otro grupo afirma que si el aprendizaje es significativo no sería necesario enviarles tareas, que los niños deben tener actividades adicionales por las tardes para que aprendan según sus intereses y decidan qué hacer con su tiempo libre.
Desde mi experiencia puedo decir que la mayoría de los casos en que los niños se niegan a aprender se debe a que sus padres plantean el estudio como un deber aburrido. Frases como “¡Uy no, te mandaron deber hoy!”, “¿Para qué te mandan eso si no lo vas a usar nunca?” o “tienes que estudiar porque eso te mandan en la escuela”. Incluso el lenguaje corporal de los padres ante los deberes es lo que lleva al niño a pensar que todo lo relacionado con el aprendizaje es tedioso y de mal gusto. Es así que cuando llegan a la etapa universitaria, en la que deben organizar su tiempo y hacer malabares con las responsabilidades estudiantiles, se enfrentan a un reto para el que no tienen motivación en absoluto, porque toda su vida les dijeron que es aburrido.
Motivemos a los niños y jóvenes
La educación no es aburrida, desde muy pequeños los niños se asombran y muestran interés en aprender. ¿Cuántas veces no hemos visto la emoción de los niños al hacer un experimento y explicarlo? ¿O de los adolescentes por explicar cómo funciona un juego o aplicación? Si se los motiva a ser cuestionadores, ver más allá de un simple objeto, se les lleva a pensar cómo funcionan las cosas, la razón de ser de lo que les rodea, se logrará que este interés innato por aprender se mantenga durante toda su vida. Consiguiendo así profesionales apasionados, expertos con amplios conocimientos en diversos campos, personas que disfruten leer, experimentar lo que ven y que aman descubrir.
En una sociedad en la que el aprender es común y positivo, será muy normal contar con científicos, escritores, artistas, matemáticos, etc. Pero, ¿qué estamos haciendo para que los niños y jóvenes que nos rodean cultiven su interés por aprender? ¿O será que somos parte del grupo que les dice que aprender es aburrido?
Por: Claudia Rivera Cevallos
Lcda. en Educación Inicial Bilingüe