Quiero proteger a mis hijos, pero no quiero sobreprotegerlos.
Es común encontrarse con padres aterrados, porque descubren un mensaje subido de tono en el celular de sus hijos (enviados o recibidos por ellos) o fotos insinuantes que atentan contra el pudor y la intimidad. Al descubrirlo, comienzan a “fiscalizar” cada hora el celular de sus hijos, prohíben contraseñas, bloquean páginas, revisan historiales, les confiscan el celular por las noches, colocan la computadora en lugar visible y social de la casa, ponen filtros en el internet, y muchas otras medidas que sin duda son válidas y ayudan a que a los chicos se les dificulte más acceder a esta libertad absoluta que debido a su corta edad e inmadurez.
En esta circunstancia los padres buscamos cuidarlos y protegerlos de ese mundo exterior que los amenaza y que cada día se muestra más agresivo y carente de valores, pero en muchas ocasiones solo logramos mayores rebeldías, separaciones afectivas entre padres e hijos, entre otros.
¿Arando en el mar?
A mi consulta llegan mayoritariamente dos tipos de padres. Los primeros, los que ya no saben qué hacer y dejan de hacer porque sienten que la corriente se los lleva y que es “arar en el mar” debido a que las estrategias que han aplicado no han rendido los frutos esperados o simplemente no saben cómo actuar y es más fácil pensar que no son ellos como padres, ni sus hijos, ni sus prioridades como familia, sino que es culpa del mundo y solo queda lamentar la situación y soñar con un mundo mejor.
Considero que estos pueden ser padres poco esforzados o laxos, o que también tienen las mismas debilidades de sus hijos y no pueden corregirlas. Es importante entender y asumir que como padres debemos aprender a poner límites, a decir no, a corregir a tiempo a nuestros hijos pero también a nosotros mismos para poder ser la guía que ellos necesitan.
Mi hijo a la burbuja
Los segundos en cambio, corresponden al tipo de padres que en su afán de educar a sus hijos como auténticos cristianos pueden caer en la sobreprotección, desconectándolos del mundo real, evitándoles sufrimientos, enojos, frustraciones, conflictos, errores… “haciéndolos felices”, pero evitándoles crecer convirtiéndolos en adolescentes frágiles, más vulnerables, incapaces de defenderse del entorno y peor aún de enfrentar al mundo tal cual es.
¿Qué hacer?
No se trata de dejarlos en el mundo así sin más, pero tampoco de aislarlos; pues es en el mundo que les tocará vivir. No hay fórmula, ni antivirus, ni filtro, ni aplicación que nos enseñe cómo educarlos y cuidarlos; nuestra única herramienta es educarlos en valores, con bases sólidas que les permitan crecer seguros de sí mismos, de sus familias, de sus vidas.
Buscamos cuidarlos de ese mundo que los amenaza y se muestra más agresivo y carente de valores.
Pero educar a un hijo no es fácil (quién ha dicho que las cosas siempre deben ser fáciles), todo lo bueno requiere esfuerzo y nuestro mejor proyecto deben ser ellos. Si me preguntan qué es lo que necesitan los hijos para lograr crecer como personas íntegras, respondería que solo dos cosas: tiempo dedicado y paciencia, porque dedicándole tiempo un artista perfecciona su obra, con paciencia pule los detalles y no deja su obra inicial hasta convertirla en su obra maestra. Así los padres debemos ser con nuestros hijos, formándolos con verdades y convicciones que les den una base para que desarrollen sus capacidades para razonar, cuestionar, debatir, analizar y reflexionar, con el único fin de aprender a decidir por sí solos pero acompañados por nosotros, hasta que estén lo suficientemente maduros para lograrlo por sí mismos.
¿Cómo hacerlo?
No es borrando la foto inadecuada de su celular o ignorándola como lo cuido del sexting, es enseñándole por qué no debe hacerlo, amarse a sí mismo y logrando que él decida no hacerlo por convicción como lo protejo.
No es quitándole el celular por las noches como lo alejo de la pornografía, es enseñándole principios de integridad, respeto y amor a Dios como le doy las herramientas para que logre decir no a la pornografía.
No es bloqueándole las redes sociales o el internet como lo alejo de entablar relaciones con personas desconocidas poco adecuadas o perjudiciales para él, es enseñándole a respetar su privacidad, a seleccionar a sus amigos o contactos y a pensar antes de publicar algo, como le doy la oportunidad de aprender a decir no a un contacto peligroso o a las publicaciones indebidas.
No se trata de ocultar la realidad y pintarles un mundo color de rosa, se trata de mostrarles el mundo real que deben recorrer, pero de nuestra mano, con altos y bajos, siempre con nosotros hasta que sean esa obra perfeccionada y pulida, capaces de defenderse del mundo, pero sobre todo capaces de decidirse a cambiarlo.
Psic. Egda Orejuela
Máster en Neuropsicología y Educación
Cel: 0959956568