Para lidiar con un berrinche hay que saber cómo entender y manejar al niño.
Asumir la responsabilidad de criar y formar a un niño no es tarea fácil, más aún cuando no se tiene –ni se tendrá– un manual para “hacerlo bien”. Hoy vemos que las generaciones se diferencian vez más, por ello muchas estrategias de crianza utilizadas por nuestros padres, no funcionan con nuestros hijos.
¡No soporto los gritos!
Una de las principales razones por las que los padres pierden los estribos son las rabietas ante un “no”, “más tarde”, “nos vamos” o cualquier otro estímulo que no sea de agrado del niño. Estas reacciones que van desde llorar, gritar, hasta autoagredirse o agredir a otros, nos generan tanto desagrado que somos capaces de hacer lo que sea con tal de evitarlas.
Tenemos que entender que nuestros hijos no quieren hacer esto o en un principio no lo hacen a propósito. Llorar es uno de los primeros reflejos con los que nacemos, y ante un estímulo desagradable el llanto aparecerá. Desde bebés el llanto es una vía de comunicación, y con el paso de los años nuestros hijos desarrollan el habla, lo que hace que los episodios de llanto disminuyan a sólo eso, episodios.
No perdamos la calma
El niño no sabe regularse, es decir, no sabe controlarse ante situaciones que le generan gran emotividad. Las fallas regulatorias no sólo se dan ante situaciones de desagrado, también suceden al reír, gritar y saltar con gran intensidad, la diferencia está en que socialmente los escenarios desencadenados por la rabia o la tristeza son más llamativos.
Es importante saber que, tolerar la frustración es una habilidad que se gana con el tiempo, así que mientras ellos la desarrollan, nosotros la debemos trabajar. Nuestros hijos en muchas veces no saben lo que sienten, ni cómo ponerlo en palabras, por ello recurren al recurso que conocen. Como padres tenemos la capacidad de reconocer a nuestros hijos y saber cuándo su llanto es por una dolencia física y cuándo no. Lo primero es definir qué causa o genera esta rabieta, luego de reconocer la razón, lo siguiente es mantener la calma, un padre descontrolado y estresado va a aumentar la intensidad de la rabieta, generarando otro factor estresor al niño, seamos modelo coherente para ellos. ¿Cómo podemos pedirles calma cuando nosotros no la tenemos? Para esto, podemos aplicar lo siguiente:
- Pongámonos al mismo nivel de él, agáchate y míralo a los ojos, es importante que se sienta comprendido.
- Trata de hablar menos, al caer en la desesperación, buscamos que la rabieta se acabe bajo cualquier circunstancia, discutiendo con el niño o dándole lo que quiere.
- Habla lo necesario, validando y dándole nombre a lo que le está ocurriendo y adicionándole la empatía “veo que estás muy molesto, cuando yo tenía tu edad también me molestaba cuando no me compraban un juguete”.
- No reprimas sus emociones, nunca le digas “no llores”, al contrario dile “puedes llorar…”
- Si comienza a destruir objetos, golpearse o a otros, sostenlo e impidiéndole esta conducta, sin pegarle ni gritarle.
- Trata de mantenerte firme, estas situaciones se van a repetir y la única forma de lograr que disminuyan las pataletas es que seamos constantes.
No existen recetas rápidas y nuestros hijos y nuestros hijos a la larga nos lo agradecerán, no son situaciones fáciles, por ello, jamás te niegues a la necesidad de recibir orientación para manejarlas, son una oportunidad más para aprender.
Por Psc. Isabel Colmenarez
KLUBO Centro de Atención Integral.