«No sé si creo…» 7 consejos para encarar tus dudas y redescubrir el tesoro de la fe.
¿Has tenido dudas de fe? ¿Tal vez momentos en los que te preguntas qué podría pasar si te alejas de la Iglesia? ¿O pasas por un momento de aridez espiritual? Si la respuesta a alguna pregunta es afirmativa, ¡gracias a Dios por ello!
Sí, aunque te sorprenda, hay que dar gracias a Dios por permitirte esa experiencia de aridez, sequedad o crisis, ¡como quieras llamarla! Esa sensación por la que has atravesado o que estás viviendo hace que la fe sea cada vez más fuerte.
¡Ejercita esos músculos… espirituales!
Piensa en el ejercicio físico. Hay rutinas que son más complejas que otras, pero que dan mejores resultados a la hora de lograr el objetivo deseado. Lo mismo pasa en la fe: cada duda y cada crisis fortalecen los «músculos espirituales», haciéndonos más fuertes.
Evitemos esa concepción que nos hace pensar que la fe no hay que ejercitarla, fomentarla y madurarla. Si bien es un don de Dios, por medio del cual el hombre responde a Su revelación amorosa, es también una virtud que se engrandece con la formación espiritual.
¿Tienes buena vista?
La fe también es una cuestión de observación. Observando te haces las grandes interrogantes. Pero, si no eres capaz de observar, no te planteas ninguna de ellas. Es necesario aprender a observar en lo que creemos, tratar de construir una verdadera mirada crítica y objetiva que nos permita purificar la fe y fomentar una sana espiritualidad personal y familiar.
Cuando nos permitimos interrogarnos – o también interrogar a quienes nos rodean -, nos damos la oportunidad de descubrir que hay ocasiones en las que consideramos tener la razón… y puede que no sea tan así.
Esta es la riqueza del verdadero diálogo. Y, cuidado, también debemos entablar un diálogo real con nosotros mismos, ¡qué importante es comprendernos a nosotros mismos!
Busca, busca con sinceridad
Es tan laudable como sano hablar de las dudas de fe y de las preguntas que uno puede hacerse o que le gustaría hacer a alguien. Preguntas como: ¿qué hacer?, ¿es hora de abandonar la Iglesia?, ¿cómo saber si es una etapa?, ¿es mi culpa…?
Solo mediante la búsqueda sincera de respuestas podremos construir verdaderas bases para nuestras creencias.
El que no sabe lo que quiere o no sabe en lo que cree, es esclavo de lo inmediato. De una emoción, una tendencia o un sentimiento. Eso nos perjudica muchísimo, nos hace creyentes de una utopía o de un abstracto. Lo que, finalmente, termina siendo un engaño.
No tengamos miedo a preguntar (nos)
Preguntar es bien interesante. Además de fomentar el conocimiento mutuo, exige bastante educación y buenos modales, pues ¡lejos de nosotros, excedernos en la intimidad de los demás…! Pero, ¿preguntarnos a nosotros mismos? Eso sí que es de valientes.
Apremia la fuerza de saber que no siempre nos gustará la propia respuesta. Reconocemos que podemos toparnos con grandes bellezas, pero también con realidades que no nos agraden.
Este proceso nos ayuda de una manera increíble. Por un lado, nos permite conocer a los que nos rodean y hacernos cada día más empáticos, más fraternos. Por otro lado, nos ayuda a conocernos de verdad a nosotros mismos; saber qué sentimos, en qué creemos, que pensamos, qué queremos.
Tienes una vocación preciosa
Aunque tengamos dudas de fe, a la poca fe que tengamos hay que implicarla en este proceso. ¡Es muy importante! Solo así será posible descubrir en esas preguntas y respuestas qué es lo que Dios quiere para cada uno. Cuál es la vocación, el llamado, la misión… en definitiva, descubrir cómo Dios nos soñó a cada uno de nosotros.
Qué bueno que en este proceso de pregunta y respuesta, lleguemos a entender, de una vez por todas, que nuestra misión en esta tierra es que seamos contagiosos en nuestro amor. ¡Solo así, solo así se construye el Reino!
¿Lo has pensado? Tus «crisis» o dudas de fe pueden ser la oportunidad apremiante para encontrar la respuesta a tu propósito de vida.
¿Y si estas dudas son el comienzo de algo grandioso?
Es bueno ser valientes y convertir cada duda, cada crisis, cada momento de desierto en un mapa para navegar hacia algo hermoso y no en una pilastra donde amarrar nuestro barco, para que no se vaya a la deriva. Y, sin darnos cuenta, que se nos acabe el tiempo de navegar sin descubrir otras tierras.
Amigo lector, comprende que nuestras vidas están llenas de oportunidades. Hasta la más dura situación es una oportunidad. Siempre nos ayudará a vivir esta aventura con pasión y a no dejar que las vicisitudes cotidianas arriben a nuestra historia y hagan de ella un barco anclado.
Debe mantenernos firmes en la pasión de navegar esta vida, con la certeza de que siempre y cuando nos aventuremos encontraremos respuestas que nos darán más preguntas. Y preguntas que nos llevarán a nuevas tierras.
Dios te invita a escribir una historia apasionante llena de fe
Entonces, ¿por qué razón vamos a tener miedo a una duda de fe? Esta puede servirnos de motor para ser mejores, para creer con mayor fuerza, para caminar con más decisión, para encontrar nuestra misión y acercarnos más a la felicidad tan anhelada. Además, donde nunca hubo preguntas, nunca hubo respuestas.
Pongámonos los lentes de la fe y aventurémonos por esta historia. La historia que Dios, en Su profundo amor, soñó para ti y para mí.
¡Ánimo, esto apenas comienza… y es apasionante!
Escrito por: Padre Mauricio Montoya, vía Catholic-Link.
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