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¿Qué sucede cuando los padres envejecen y les toca a los hijos asumir ciertos retos?

Siendo la menor de cuatro hermanos, me he encontrado diciendo que “con todo lo que han hecho mis papás por mí, pronto me tocará a mí y a mis hermanos hacernos cargo de ellos”. Aunque por mucho tiempo sentí satisfacción al decir esto, porque me hacía considerarme como una gran hija y ser humano, recientemente me di cuenta de que mis palabras no tenían nada de heroicas, y que estaba tratando a mis papás y su invaluable aportación en mi vida, como un intercambio de “tú me diste, ahora te devuelvo”.

¿Cómo medir el amor?

Lo cierto es que, en temas de amor, no hay cálculos ni intercambios que valgan. De la misma manera, jamás podremos realmente medir lo que nuestros padres han hecho por nosotros, por lo que no podemos simplemente esperar dar para “devolver”, como si fuera un intercambio matemático. A veces, no es, sino al final de la vida, que uno termina realmente aprendiendo y valorando lo que ellos nos dieron.

Como hijos, siempre va a resultarnos difícil ver envejecer a nuestros padres, para comenzar de alguna manera u otra, a depender de nosotros. Es un proceso que muchas veces incluye hasta un duelo, la pérdida de la figura de autoridad, la dependencia hacia ellos en ciertos aspectos, el desapego, etc. Pero no podemos olvidarnos de que para ellos también es seguramente el doble de difícil que para nosotros. Poco a poco, pasado este proceso, que ambos atravesaremos y al que nos adaptaremos, debemos tener claro como hijos que, antes que nada, lo que más va a importar es mantener una relación de calidad y cantidad con ellos y acompañarlos en su proceso de envejecimiento.

En un mundo lleno de posibilidades y de infinitas formas de relacionarnos, escojamos aquella que sea sana, equilibrada y armónica. Una que nos permita participar, acompañar y ser protagonistas de esta última etapa de la vida de aquellos padres que con tanta admiración y amor veíamos cuando apenas lográbamos caminar.

¿QUÉ PODEMOS HACER COMO HIJOS?

  • Seamos realistas, entendamos el proceso de nuestros padres y aceptémoslo, de esta manera la relación será armoniosa y evitaremos sentirnos frustrados con expectativas poco reales.
  • La relación con nuestros padres adultos..mayores..funcionará siempre y cuando establezcamos límites sanos y equilibrados. De esta manera, como hijos, con vidas propias, evitamos la claudicación y el agotamiento; y como adultos mayores podrán y deberán (es lo más conveniente) seguir gozando de cierta independencia y autonomía.
  • Aunque pueda resultar difícil, debemos respetar, y en ciertos casos, ayudarlos a cumplir sus deseos. Recordemos que no son nuestros hijos, siguen siendo nuestros padres, por lo cual requieren de nuestro soporte.
  • Seamos originales y encontremos formas creativas de comunicarnos para mantener una relación positiva. Claramente no podrá ser la misma de antes, por lo que debemos adaptarnos y buscar nuevos temas de conversación, juegos, crear situaciones o momentos en los que podamos relacionarnos efectivamente con ellos.
  • Bajo ningún concepto podemos ignorarlos. Ciertamente tendremos que enfrentar temas de salud o de fuerza mayor como pagos, vivienda, etc… pero aun así, es importante consultarles y escuchar lo que opinan y quisieran que suceda.

Por Psic. Cl. María José Barredo S.
Máster en Cuidados Paliativos y Psicoterapia
mjosebarredo@gmail.com

 

 

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