El Papa habló, en la Solemidad de Jesucristo Rey del Universo, de la realeza de Jesús.
Ni la lluvia ni el frío otoñal detuvieron a los fieles que se dieron cita en la Plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus con el Papa Francisco. Concurrieron en miles – incluidos los numerosísimos grupos de coro provenientes del mundo entero – en el domingo 25 de noviembre, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
La meta final: la manifestación definitiva de Cristo
En su alocución previa al rezo mariano, el Pontífice explicó que la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, “se sitúa al final del año litúrgico”, y nos recuerda que “la vida de la creación no avanza por casualidad, sino que procede hacia una meta final: la manifestación definitiva de Cristo, Señor de la historia y de toda la creación”. El final de la historia –dijo el Santo Padre – será su reino eterno.
«El pasaje evangélico de hoy nos habla de este reino, narrando la situación humillante en la que se encontraba Jesús después de haber sido arrestado en Getsemaní: atado, insultado, acusado y llevado ante las autoridades de Jerusalén. Es presentado al fiscal romano como uno que atenta al poder político, para convertirse en el rey de los judíos. Pilato entonces indaga y en un dramático interrogatorio le pregunta dos veces si Él es un rey».
El reino no se realiza con la revuelta, la violencia y el poder de las armas
Citando el Evangelio del día, el Papa recordó la respuesta de Jesús, quien ante todo responde que su reino “no es de este mundo”, para afirmar luego a Pilatos: “Tú lo dices: Yo soy rey”.
«Es evidente –dijo Francisco – que en toda su vida Jesús no tiene ambiciones políticas. Después de la multiplicación de los panes, la gente, entusiasmada por el milagro, habría querido proclamarlo rey, para derrocar el poder romano y restaurar el reino de Israel. Pero para Jesús el reino es otra cosa, y ciertamente no se realiza con la revuelta, la violencia y el poder de las armas. Por eso se había retirado solo al monte a orar. Ahora, respondiendo a Pilato, le hace notar que sus discípulos no combatieron para defenderlo. Dice: ‘Si mi reino fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos’».
Un poder mayor que no se consigue con medios humanos
«Él vino a la tierra para ejercer este poder, que es el amor, dando testimonio de la verdad. Se trata de la verdad divina que, en definitiva, es el mensaje esencial del Evangelio: ‘Dios es amor’ y quiere establecer en el mundo su reino de amor, justicia y paz. Este es el reino del cual Jesús es el rey, y que se extiende hasta el fin de los tiempos. La historia enseña que los reinos basados en el poder de las armas y la prevaricación son frágiles y que tarde o temprano se derrumban. Pero el reino de Dios está fundado en su amor y radica en los corazones, confiriendo a quien lo recibe paz, libertad y plenitud de vida».
Permitamos a Jesús ser nuestro rey
Jesús –dijo el Papa- hoy nos pide que le permitamos que Él se convierta en nuestro rey:
«Un rey que con su palabra, su ejemplo y su vida inmolada en la cruz nos ha salvado de la muerte, indica el camino al hombre perdido, da nueva luz a nuestra existencia marcada por la duda, el miedo y las pruebas cotidianas. Pero no debemos olvidar que el reino de Jesús no es de este mundo. Él podrá dar un nuevo sentido a nuestra vida, a veces puesta a dura prueba también por nuestros errores y pecados, sólo con la condición de que no sigamos la lógica del mundo y de sus ‘reyes’».
En el final de su catequesis el Obispo de Roma oró para que la Virgen María “nos ayude a recibir a Jesús como rey de nuestra vida y a difundir su reino, dando testimonio a la verdad que es el amor”.
Vía Aleteia