No haré un juicio ni una defensa. Intento darles un insumo para comprendernos mejor.
Cuando se tiene un tiempo trabajando en consejería conyugal y familiar se percibe que la sensación de abandono es una queja femenina común: “mi esposo trabaja todo el día y cuando viene ve televisión o se va a hacer deporte apenas tiene un tiempo libre”. Muchos hombres a su vez tienen la sensación de no estar presentes en la vida familiar. Los amenaza una mala conciencia que los vuelve engreidores. Acusan a la mujer de excesivo rigor en el trato de los hijos: “déjalo tranquilo”, “no es para tanto”.
La mujer siente que su experiencia y esfuerzo es desvalorizado: “todo el día con los chicos, qué fácil jugar el papel de bueno cuando no se ha tenido que pelear porque hagan sus tareas o me ayuden en la casa”.
El modelo paterno parece ser comprendido desde parámetros femeninos que se convierten en paradigmas de acción.
El hombre a su vez siente que es un proveedor de esta suerte de asociación criadora de hijos en la que se ha convertido su matrimonio: “mientras provea de lo necesario tengo derecho a descansar”. No pocos sienten que los hijos los han desplazado en la relación con su esposa. Algunos optan por hacer una vida paralela refugiándose en el trabajo o en el deporte.
¿Suena conocido? ¿Se puede hacer algo? Claro que sí. No solo se puede sino que se debe. En alguna parte, C. S. Lewis tiene una frase que puede servir de punto de partida: “la sensación es la sensación”. Es decir, cuando uno se siente mal, poco querido, poco valorado, no tiene mucho sentido discutir esta sensación con argumentos. Lo primero que hay que hacer es intentar comprender desde dentro cómo se siente el otro y qué está causando esa sensación. Una vez ubicada la causa hay que ver si responde o no responde a la realidad. Y esto se logra solamente con un diálogo sereno y maduro.
Obviamente todo esto depende de cada persona y contexto, pero algo se puede decir en general. Cómo se sienten las mujeres es probablemente algo más fácil de averiguar. Hay más material y hablan bastante más sobre ello. Intentaré describir solo cómo podemos sentirnos los hombres. Atención señoras, no haré un juicio ni una defensa desde mi calidad de tal. Repito: intento darles un insumo para comprendernos mejor.
Probablemente la sensación masculina más común sea la de ser un acusado. Acusado por un clima cultural lleno de estereotipos que generan y sostienen una aguda crisis de paternidad. El modelo paterno parece ser comprendido desde parámetros femeninos que se convierten en paradigmas de acción. Los hombres seríamos insensibles y las mujeres no. Como toda generalización es falsa. Es decir: el papá debe ser una mamá pero en hombre.
La sensibilidad masculina es simplemente distinta y en realidad complementaria para la formación integral de las personas. La acusación no ha servido nunca para lograr un cambio de conducta. Se requiere mucha paciencia y comprensión de las tensiones que los hombres enfrentamos. En el fondo, escuchar, acoger y ayudar a que seamos lo que somos para responder al rol que tenemos en la familia. Exactamente lo que pediría una mujer incomprendida pero en hombre.
Por: Mag. José Manuel Rodríguez Canales
Director Académico del Instituto para el Matrimonio y la Familia – http://roncuaz.blogspot.com/