Dicen que los polos opuestos se atraen… Basta observar las parejas que le rodean, incluso la propia, para darse cuenta que por lo general los cónyuges tienen personalidades diferentes; y en algunos casos son completamente opuestas. Sin embargo, estas disparidades de carácter no tienen por qué significar algo negativo, pues con el debido aprendizaje, pueden llegar a ser grandes aliadas de la relación conyugal.
El matrimonio es una pequeña empresa que necesita de varias habilidades humanas para que tenga permanencia en el tiempo, crezca diariamente, se mantenga unida, fortalecida y además genere «ganancias». Como el ser humano está en la permanente búsqueda de su desarrollo personal, tenemos las limitaciones propias de nuestra condición humana. Pero en el matrimonio, éstas se pueden convertir en fortalezas cuando se complementan unas con otras.
Convertir las diferencias en oportunidades
Somos seres únicos e irrepetibles. Esta propiedad, como puede separar, también puede complementar y enriquecer las relaciones, hasta se podría afirmar que son necesarias: una misma situación vista desde diferentes ángulos, tiene mejores soluciones.
Los extremos son dañinos y perjudican las relaciones, pero gracias a los defectos de uno y las fortalezas del otro, el matrimonio se puede convertir en una sociedad armónica, equilibrada y efectiva. Veamos algunos ejemplos: mientras que una persona es cautelosa en los gastos, la otra es derrochadora; mientras que uno es muy nervioso, el otro es ecuánime; mientras que uno es drástico y autoritario con los hijos, el otro es más flexible; mientras que uno es desordenado, el otro es cuidadoso del orden; mientras que uno es realista, el otro es un eterno soñador; mientras que uno es lento e indeciso para tomar decisiones, el otro es seguro y decidido; mientras que a uno le cuesta socializar, el otro es extrovertido; mientras que uno es bueno para las finanzas familiares, el otro es bueno para la búsqueda de planes vacacionales… Dependiendo de la situación, serán necesarias ambas posturas de la vida para lograr un objetivo determinado. Así las diferencias toman un aire distinto, pues son asumidas como apoyo y no como impedimento.
Lo ideal es buscar un punto medio y así lograr que estas disparidades se conviertan en un instrumento para crecer juntos, mas no en ocasión de conflicto. La idea es que el cónyuge con determinada carencia, sea instruido y apoyado por su pareja. En este punto juega un papel importante la madurez para entender la buena intención del otro.
Puede suceder también que ambos esposos tengan las mismas características, en este caso es probable que se presenten momentos de desajuste al perder el equilibrio en la balanza, lo recomendable sería que los dos manifestaran y reconocieran su deseo por mejorar, y unidos proponerse a superar este impase.
Esta estrategia funciona bastante bien, se puede sacar provecho de las diferencias y en lugar de estar lamentándose y criticar las faltas del cónyuge, sacar partido de ello buscando el beneficio personal, matrimonial y familiar.
Vía LaFamilia.info