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Las mujeres no podemos permitir el desplazamiento del padre en la tarea de educar y cuidar la familia.

He leído unos textos de María Calvo, sobre la figura paterna y me quedé encantada con lo que me encontré. Era como poner el nombre y apellido a lo que siempre he pensado sobre el tesoro que significa la figura paterna, no solo en la composición del hogar sino su tremenda dimensión en el ámbito social.

La figura paterna, -y me van a perdonar las/los feministas- ha sido penosa e injustamente desvirtuada (quitada su virtud, o sea, su bondad).

Si bien es cierto que muchos padres –y madres- no han sido un ejemplo a seguir, sino al contrario: el ejemplo de lo que no se debe hacer; también es cierto que la sociedad –y me refiero sobre todo a las mujeres– ha oscurecido lo masculino ya que por exceso o por defecto, le ha robado su rol único e irremplazable en la atención al hogar y el cuidado de la esposa y de los hijos.

Tanto el machismo como el feminismo son actitudes que pretenden cambiar lo que es inmutable, inamovible; y querer hacer de estos “ismos” un estilo de vida, es no solamente errado sino injusto.

No somos idénticos

El hombre y la mujer, que somos distintos y complementarios, podemos ejercer nuestros roles juntos en todos los ámbitos donde un ser humano puede desarrollarse. No necesariamente de modo idéntico, sino de manera análoga y complementaria. Esto quiere decir que, como parte de esa complementariedad, tenemos que reconocer y reafirmar el espacio que le corresponde a cada uno.

Cualquier sicólogo o siquiatra, estará de acuerdo conmigo sobre la importancia del sentido de pertenencia en el proceso educativo y formativo de cualquier ser humano. Por eso, no podemos quitarle el ser femenino a las mujeres y el ser masculino a los hombres. Pretender las mujeres actuar como hombres, o los hombres actuar como mujeres, atenta a ese sentido de pertenecerse y que le corresponde a cada persona en su “yo soy”.

El modo de ser específico del varón aporta enormemente a la mujer y a los hijos. El mal entendido feminismo, en lugar de pulir las asperezas de la sociedad en donde la mujer en muchísimas ocasiones fue víctima de abusos, abandono y relegamiento, en la mayoría de los casos lo que hizo fue banalizar la figura femenina, atacar la figura masculina y caer en lo mismo que criticó del equivocado estilo de comportamiento machista.

Juan Pablo II decía a este respecto que “la verdadera liberación femenina consiste en vivir a plenitud la feminidad en todos los aspectos…”

Pensar que hay mujeres que hacen de padre y de madre a la vez es un error. La madre solo puede hacer el papel de madre, y el padre solo puede comportarse como padre. No existen los sustitutos de uno o de otro. Cuando el padre ha fallecido o por motivos de salud u obligaciones profesionales tiene que ausentarse con frecuencia del hogar, se debe relacionar a los hijos, en especial a los hijos varones, con un referente masculino a seguir: un hermano mayor, abuelo, tío, padrino, un profesor, un sacerdote amigo.

Papá no es una mujer defectuosa

No podemos permitir el desplazamiento del padre en la tarea de educar y cuidar de la familia.

Muchas veces, las mujeres nos quejamos de que el marido no nos ayuda como quisiéramos en la casa, y ese es el punto de partida del problema, ya que no podemos pretender que nuestro esposo colabore como si fuera mujer, con los rasgos propios femeninos, proyectando a nuestro marido como una mujer defectuosa (porque no lo hace todo a nuestra manera), empañando la imagen de buen papá frente a los hijos.

Debemos, en este sentido, permitir que el marido comparta las tareas de la casa y la educación de los hijos con su estilo propio masculino donde todos salimos ganando. La mujer descansa cuando “deja” que su marido se desempeñe en las cosas de la casa sin hacerle sentir censurado, criticado o corregido constantemente. Si hay que hacer una observación, se la hace en privado, si es que va a aportar al crecimiento del esposo y al funcionamiento del hogar.

Si los hijos varones ven que su padre es reprochado constantemente y ven a su madre como la reina de la verdad absoluta, podrían terminar identificándose más con la figura materna que con la paterna, queriendo parecerse más a ella que a su papá. Las hijas mujeres podrían ir por la vida pensando que no hay hombre que se les ajuste a su perfección y que ellas están por encima de todo el mundo…vamos a ver quién las aguanta.

Sobra decir que las mamás no podemos convertir a los hijos varones, ni a las niñas, en nuestro paño de lágrimas haciendo comentarios negativos del papá, ya que esto despertaría en ellos resentimientos, facilidad para el juicio crítico agudo, culpabilidad, asumir responsabilidades que no les corresponden y sobre todo pensar que papá no es bueno.

Aunque haya padres de familia que más bien se destacan por ser “unas fichas”, no son las mujeres las llamadas a exponer personalmente los defectos de sus maridos frente a nadie, ni permitir que otros lo hagan, aún si son de dominio público.

El marido se fía del ingenio y la creatividad de su esposa cuando ve que las cosas funcionan; y está bien que él aporte con su modo de ser al crecimiento y fortalecimiento de su familia.

Es un error pensar que nosotras hacemos todas las cosas mejor que ellos. Si bien la mujer es el eje de la familia y la sociedad, tiene que estar asentada en una base firme para que todo pueda funcionar adecuadamente. Ver al marido como esa base hará que los hijos tengan cimientos sólidos para desenvolverse adecuadamente en la vida, y podrán a su vez ser referentes para las generaciones futuras.

El padre es fundamental para que los hijos afronten frustraciones, ellos ponen las pautas, no las cuotas -porque en términos políticos la cuota es algo impuesto- para que los niños aprendan el valor del estudio, del sacrificio y la exigencia. El padre, con su ejemplo, ayuda a que sus chicos entiendan que las frustraciones los ayudan a crecer y a superarse; a ubicarse en la realidad y a ser conscientes que, si bien no se puede conseguir todo lo que se quiere ni sale todo como se espera, se puede ser muy feliz con lo que se tiene y disfrutar mucho del esfuerzo personal.

En casa mamá es la reina y papá es el rey. Triste final para una bella historia de amor sería ver al rey destronado. La sociedad pide que seamos cada vez más auténticos. El mundo necesita verdaderos papás que hagan lo que por ley natural y en legítimo derecho les corresponde: hacer familia.

cristina melo viteri-1Por Cristina Melo de Viteri
Restauradora y Museógrafa
macristinamelo@tvcable.net.ec

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