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Si no te alcanza el dinero cada mes, probablemente necesites de urgencia aprender a planificar la economía de tu hogar.

La planificación de la economía doméstica no difiere mucho de la de una empresa. En ambos casos, el objetivo es el mismo: realizar una gestión eficiente del capital para cubrir los gastos derivados de las necesidades y actividad diaria.

A la hora de planificar la economía de una familia, el primer paso es elaborar un presupuesto en el que se reflejen todos los gastos, diferenciando entre gastos fijos y variables, viendo cuáles son imprescindibles y cuáles son prescindibles y, entre éstos últimos, cuáles nos dan bienestar o calidad de vida y cuáles son superfluos. Además, tenemos que dejar un margen para los gastos imprevistos, que inevitablemente acaban surgiendo.

Una vez elaborado un presupuesto que recoja todos los ingresos y gastos de la familia, es el momento de empezar a pensar en el ahorro: una buena estrategia para ahorrar es la fórmula del 50/30/20, que recomienda dedicar un 50% del presupuesto familiar a los gastos fijos, un 30% a los prescindibles y un 20% al ahorro.

Otro aspecto importante a considerar en cualquier economía es el nivel de endeudamiento: los expertos consideran que el límite de la capacidad de endeudamiento de una familia se sitúa alrededor del 35% de los ingresos netos mensuales. Esta cifra debe incluir los gastos derivados de la devolución de todos los préstamos y créditos que se tengan contratados: desde una hipoteca, hasta el pago a plazos de un vehículo o el abono de tarjetas de crédito.

 

 

Clasificación de la economía doméstica

Atendiendo a criterios de prioridad y previsibilidad, los gastos de una economía doméstica se pueden clasificar de la siguiente manera:

Gastos fijos de primera necesidad: Todo lo que es imprescindible para una calidad de vida básica: vivienda, comida, energía y educación. Son pagos que se pueden domiciliar en una cuenta bancaria.

Gastos fijos necesarios: Todos aquellos que son importantes pero no responden a necesidades vitales inmediatas. Así, por ejemplo, es necesario gastar en ropa y calzado pero estas compras pueden posponerse unas semanas o meses, dependiendo de la situación que atraviese la economía familiar.

Gastos extraordinarios o imprevistos: Son todos aquellos que no estaban recogidos en el presupuesto familiar, precisamente porque no se pueden prever. Una reparación en el hogar o una visita de urgencia al dentista son gastos extra que siempre es más fácil afrontar si previamente se ha ido creando un colchón de ahorro para imprevistos.

Gastos prescindibles: Pueden variar, según la familia y sus necesidades. Al hablar de desembolsos prescindibles se puede considerar el dinero que se dedica al ocio, los viajes o la restauración. Si bien es cierto que no son imprescindibles para sobrevivir, también es importante tenerlos en cuenta porque contribuyen al bienestar o mejoran la calidad de vida.

 

 

Fuente: BBVA.

 

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