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Halloween, resulta ser una celebración que pone en alerta a católicos de todo el mundo.

 

Cada vez que se acerca Halloween, especialmente en los países hispanos, es inevitable un encendido debate en los medios católicos sobre la naturaleza de esta celebración. Y, es que se recuerda su origen pagano y su vinculación con las creencias precristianas, e incluso se debate sobre sus posibles conexiones satánicas.

Con razón, muchos padres católicos observan preocupados que sus hijos quieran disfrazarse y llamar a las puertas de los vecinos pidiendo dulces.

 

 

En Irlanda Halloween no difiere en absoluto de lo que pueda significar en España una “endiablada”, en la que centenares de personas realizan frenéticas danzas vestidas de demonios u otros personajes.

Es comprensible que, sin tener el bagaje histórico y cultural que un irlandés pueda tener, preocupe la avalancha de demonios y muertos vivientes que toma por asalto las calles en estos días, más cuando hay niños pequeños en casa, a los que es muy difícil explicar.

 

 

Para nosotros, que no la celebramos de pequeños, es un repentino aquelarre que parece invocar a fuerzas malignas para que vengan a poseer nuestros hogares. Sería divertida la experiencia contraria: ver la cara de espanto de un irlandés que, al abrir la puerta de su casa, se encontrara con una multitud de nuestros demonios aulladores y repicantes que le arrastraran a un baile infernal.

 

¿Qué hacer?

El Halloween que hoy tenemos es un producto de la globalización, y dada la rapidez con la que la cultura se transforma, no sabemos si ha llegado para quedarse. Pero anatemizar no es la solución, pues no da respuesta a lo que viven nuestros hijos: a nosotros, que hemos crecido sin Halloween, nos es fácil rechazarlo, pero para ellos, amamantados en la cultura global, no es fácil comprenderlo.

El cristianismo siempre ha tenido una actitud de acogida y discernimiento ante la cultura: quizás sea un buen momento para hablar con los niños sobre los espíritus, la magia y los demonios, sobre la visión cristiana de la muerte y el más allá, y enseñarles la moderación y la prudencia a la hora de divertirse, así como a rechazar las prácticas espiritistas o esotéricas.

 

 

Escrito por: Inma Alvarez, vía Aleteia.

 

 

 

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