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Ser impacientes no nos aportará nada positivo. Lo único que conseguiremos será experimentar una sensación de frustración y de impotencia.

Ser impacientes constituye un factor de riesgo para nuestra salud tanto física como mental. Además de generar frustración, angustia, estrés acumulado, trastornos psicosomáticos y deterioro de las relaciones personales y laborales, la impaciencia aumenta la hipertensión.

Una investigación en la Escuela Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern de Chicago determinó que la actitud impaciente, así como agresiva u hostil, durante la juventud aumenta el riesgo de padecer hipertensión en la edad adulta y, por tanto, cualquiera de los problemas asociados con la tensión alta, no relacionados con otros factores, como la tensión sistólica, masa corporal, sexo, edad, nivel de actividad física y consumo de alcohol.

Teniendo en cuenta esto, compartimos un nuevo comentario al Evangelio realizado por el Padre Juan José Paniagua, denominado: ¿Por qué somos impacientes? Y tiene por base san Lucas (13,1-9).

 

 

San Lucas (13,1-9) No debes ser impacientes

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.

Jesús les contestó: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.»

Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?” Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.» ¡Palabra del Señor!

 

 

Escrito por: P. Juan José Paniagua, vía Catholic-Link.

 

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