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En la Cuaresma, ¿por qué no poner tanto empeño en prepararse para la Semana Santa como para un maratón?

El número de pabellones deportivos no deja de crecer, sobre todo en las ciudades. El sedentarismo de la sociedad occidental puede explicar en parte esta mayor necesidad de hacer ejercicio. Y de cuidar el cuerpo, que no es nada malo. Pero si somos capaces de sacrificar tiempo y energía para mantenernos en forma o lograr una hazaña deportiva, cuánto más deberíamos ser capaces de prepararnos para la Semana Santa y la Pascua con esmero y perseverancia.

Este es el sentido de la Cuaresma, que es «entrenamiento», como nos recuerda la oración del Miércoles de Ceniza.

 

 

Disponer del equipo adecuado

El primer requisito para ejercitarse es disponer del equipo adecuado. San Pablo, que aprecia las metáforas deportivas, describe a los Efesios el equipo que le parece más apropiado para la vida espiritual:

«Lleven el equipo de combate que Dios les ha dado, para que, cuando llegue el día de la angustia, puedan resistir y hacer todo lo posible por mantenerse firmes. Sí, manténganse firmes, con el cinturón de la verdad alrededor de la cintura, llevando la coraza de la justicia, los pies calzados con el celo de proclamar el Evangelio de la paz, y sin dejar nunca el escudo de la fe, que os permitirá apagar todas las flechas de fuego del Maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios». (Ef 6,13-16)

Progreso por etapas

Para lograr, algún día, terminar un maratón, conviene no ser demasiado ambicioso y reconocer los puntos débiles. Es una buena idea empezar corriendo con regularidad y luego participar en una carrera corta y después en un medio maratón antes de lanzarse por el gran objetivo de 42 kilómetros.

No hay nada más cierto en la vida de oración: es mejor ser realista primero y progresar paso a paso. De lo contrario, es fácil caer en la desesperación. Como ocurre con el fortalecimiento muscular, es la regularidad de los ejercicios lo que nos permitirá progresar en la oración, esta vez puesta al servicio de nuestra relación con Dios.

¿El secreto de los grandes atletas? Una dieta estricta, como la de los grandes santos. Como escribió San Pablo:

Van a la ruina. Su dios es su vientre, y ponen su gloria en lo que les avergüenza; solo piensan en las cosas de la tierra» (Flp 3,19).

Si la ascesis comienza por el ayuno alimentario (que puede extenderse a otros aspectos de la vida), es porque es una forma de educar a nuestro cuerpo para que no se deje dominar por sus pasiones, sino que las ordene, y porque nos recuerda que lo esencial de nuestra vida está en otra parte.

Tener la mira fija en la meta, la Semana Santa

Por último, este es el objetivo que hay que tener en mente. Un buen corredor de maratón debe tener siempre la mirada fija en la meta de la victoria. Un buen cristiano mantiene la mirada fija en Jesucristo para entrar en el combate de Dios (cf. la antífona del salmo de invitación durante la Cuaresma), seguro de la victoria final, feliz de estar llamado a vivir eternamente de ella.

Siempre que se den los medios para ello. No porque el Cielo sea fruto de los esfuerzos humanos, sino porque el Padre acoge a quienes están dispuestos a escuchar el suave susurro de su amor.

 

 

Escrito por: Valdemar de Vaux, vía Aleteia.

 

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