¿Sabías que los padres somos la principal influencia espiritual de nuestros hijos? Pero cómo es esto y qué hacerlo correctamente.
Mark Holmen, un experto en ministerio familiar, cuenta que en sus épocas de líder juvenil repartió entre los adolescentes de su iglesia un cuestionario para establecer cuánto había influido su ministerio en la fe de ellos (influencia espiritual). Él hoy dice con una sonrisa que pensó que esto podría ayudar al liderazgo de la iglesia a tener una mayor consideración de su tarea personal, pero los resultados no fueron los que Mark esperaba.
Por una diferencia importante, la influencia más significativa resultó ser la de las mamás, seguidas por los papás a una distancia considerable, seguidos por los abuelos, otros parientes, hermanos, amigos y recién luego la iglesia. Conclusiones similares se han encontrado en estudios más formales. Esto para nada minimiza el rol increíblemente importante que el ministerio juvenil y la iglesia pueden tener en la vida de los adolescentes, pero sí nos recuerda que como padres, establecemos el ritmo espiritual de nuestros hijos, para bien o para mal.
En su excelente libro sobre la espiritualidad de los adolescentes, “Soul Searching”, que se basó en las conclusiones del estudio nacional histórico sobre la juventud y la religión, Christian Smith dice: “La mayoría de los adolescentes y sus padres quizás no se den cuenta, pero gran parte de la investigación en la sociología acerca de la religión sugiere que la influencia social más importante en la formación de la vida religiosa de los jóvenes es la vida religiosa modelada y enseñada por sus padres”.
Cuando lo piensas, tiene sentido. Los adolescentes cuyos padres asisten regularmente a la iglesia también estarán inclinados a asistir regularmente a la iglesia. Con una fe saludable modelada en casa, los niños naturalmente desarrollarán una mentalidad de fe. La buena noticia es que no necesitamos ser padres perfectos y criar hijos perfectos. ¡Eso sería desalentador! Los adolescentes de hoy buscan la autenticidad más que cualquier otra cosa, y es posible modelar una vida de integridad incluso mientras uno desarrolla su propia vida espiritual.
Enseñar valores espirituales
Cuando la Biblia dice: “El hombre [o la mujer] de integridad camina seguro” (Proverbios 10:9), la suposición es que si te manejas con integridad, no solo tendrás una vida más segura, sino que también la tendrán tus hijos. Según el experto en investigación George Barna, los padres están empezando a entender que tienen la responsabilidad principal de enseñar a sus hijos valores espirituales. En un podcast para padres de HomeWord, compartió que el 85% de los padres cree que tienen la tarea principal de enseñar a sus hijos sobre las creencias y los asuntos espirituales.
Sin embargo, también encontró que la mayoría de los padres no pasan tiempo durante una semana típica hablando de esos asuntos espirituales o estudiando ese tipo de temas con sus hijos. Esta desconexión es alarmante, pero comprensible. Es difícil tomarse el tiempo para guiar a nuestros hijos en los principios espirituales cuando estamos demasiado ocupados o distraídos.
Wayne Rice, en su libro sobre legado espiritual, “Generación tras generación”, dice lo siguiente: “La ocupación también impide a muchos padres ser los líderes espirituales de sus familias. Por eso, a menudo tercerizan este trabajo en manos de la iglesia”. Es llamativo pensar en cuántos padres bien intencionados dedicarán décadas de esfuerzo intenso al desarrollo de la habilidad de sus hijos para jugar fútbol, gimnasia o tocar un instrumento musical, y sin embargo, ignorarán completamente la dimensión espiritual.
Obviamente que para los padres esta no es una cuestión sencilla y además hay otras razones aparte de estar demasiado ocupados, pero el punto sigue siendo: la tarea primordial de la formación espiritual proviene del hogar, y la iglesia tiene un papel muy importante de acompañar a la familia, pero sin ocupar el lugar de ella.
Influencia espiritual basada en la Biblia
El método bíblico de transmitir la fe a la siguiente generación es bastante claro. Los hebreos lo llaman el Shemá. Se encuentra en Deuteronomio 6:4-9, el Shemá sigue siendo la Escritura más citada. Recitado todas las mañanas y noches en los hogares judíos ortodoxos, también es el estándar de nuestra fe cristiana:
“¡Escucha, Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un recordatorio. Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de la ciudad”.
Observa que el Shemá enseña tres elementos clave de la fe: lealtad a Dios, transmisión de tu fe a tus hijos y cómo deberías compartir tu fe diariamente con tu familia. La clave para transmitir tu fe se encuentra en el versículo 6: “Estas palabras que hoy te mando estarán siempre en tu corazón”. Entonces, solo después de que hayas nutrido tu propia lealtad a Dios, puedes pasar a: “se las repetirás a tus hijos”.
Al entusiasmo por Dios y su Palabra primero hay que tenerlo para luego enseñarlo. Los niños ven y entonces actúan. Si nuestros adolescentes nos ven comprometer nuestra integridad repetidamente, ¿por qué no harían lo mismo? Si nuestros adolescentes nos ven buscar nuestro propio desarrollo espiritual con autenticidad, es probable que quieran seguir nuestros pasos. Cuando nuestra hija, Christy, era joven, estaba sentada en nuestra sala de estar leyendo un libro devocional. Cuando le pregunté qué estaba haciendo, ella sonrió y dijo: “Estoy fingiendo que soy mamá”. ¿Por qué? Había visto a Cathy sentada en ese mismo lugar día tras día leyendo su devocional.
Fuente: e625.
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