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Cuatro profundas verdades que descubrí al leer en los periódicos la catástrofe del submarino Titán.

En la tragedia del submarino Titán, encontré una oportunidad para redescubrir el valor de la vida, la solidaridad y la esperanza. Te cuento lo sucedido: el sumergible, propiedad de la empresa estadounidense OceanGate Expeditions, se dedicaba a organizar expediciones en las profundidades del mar desde 2021, con el propósito de observar los restos del Titanic. Durante estos viajes, se descendía cerca de 4.000 metros bajo el nivel del mar.

Sin embargo, el pasado domingo 18 de junio, durante lo que parecía ser un viaje más, se perdió el contacto con el sumergible, mientras que la Marina estadounidense detectó una señal que correspondía a una implosión. A pesar de los esfuerzos realizados tanto por equipos canadienses como estadounidenses durante cuatro días, no se logró recuperar la nave con éxito, agotando toda esperanza de rescatar con vida a la tripulación.

El 22 de junio, la Guardia Costera de los Estados Unidos informó que los cinco tripulantes de la expedición habrían fallecido, luego de encontrar escombros de la nave en las profundidades del océano Atlántico.

En el accidente fallecieron: Hamish Harding (58 años), presidente de la compañía Action Aviation; Shahzada Dawood (48 años), vicepresidente de Engro, y su hijo Suleman Dawood (19 años); Paul-Henri Nargeolet (77 años), experto buceador francés, y Stockton Rush (61 años), director ejecutivo de OceanGate.

Esta es la noticia de lo que ocurrió:

 

 

A continuación, menciono algunas reflexiones que ha despertado en mí esta tragedia y que pueden ser provechosas para nuestra vida personal.

El valor de la vida se da precisamente en su fragilidad

Estos cinco tripulantes emprendieron un viaje con el anhelo de ir a donde muy pocos han llegado, a pesar de conocer los riesgos a los que estarían expuestos, pero con la resolución de cumplir una meta. La muerte, aunque contemplada, no era el resultado que esperaban.

Sin embargo, ocurre, y esto nos hace reflexionar si a veces olvidamos que somos seres finitos y limitados, que nuestro cuerpo, aunque parezca fuerte, puede fallar en cualquier momento.

Estar vivos es indudablemente algo por lo que debemos dar gracias todos los días, y situaciones como esta nos permiten recordar que hay que aprovechar la vida cada segundo, pero no de cualquier manera, sino intentando dar lo mejor de nosotros mismos en todo momento.

 

 

La solidaridad con el otro

Aquí no solo hablamos del trabajo conjunto de los países involucrados y de la comunidad internacional, sino también de miles de personas que en todo el mundo nos unimos con nuestros pensamientos y oraciones para que los tripulantes aparecieran sanos y salvos.

Esto debe llamarnos la atención, porque tomamos conciencia de que el dolor del otro también puede ser el nuestro. No podemos ser indiferentes ante lo que viven los demás.

Esto vale la pena tenerlo presente más a menudo. Porque el mundo en el que vivimos requiere esa sensibilidad, esa hermandad y esa conexión con la que Dios nos ha creado. No hay un mundo viable si solo nos preocupamos por nuestro propio bienestar.

 

 

El valor de la esperanza tiene que ver con el de la vida…

La esperanza nos mantiene firmes a pesar de que los pronósticos no sean alentadores. Nuestra fe y confianza en Dios sobrepasan todo límite y nos llevan a entregarnos a su voluntad.

Nos dan la convicción de que en su presencia es posible enfrentar el peor de los momentos. Porque, a pesar del resultado, confiamos en que Él está presente y no nos abandona.

Ser cuidadosos y empáticos con las familias que han perdido a sus seres queridos

Estas cuatro familias se enfrentan a un proceso de duelo difícil, que además ha sido mediático y lleno de incertidumbre. La mejor manera de acompañarlos es ponernos en su lugar. Evitemos comparaciones y opiniones que generen más dolor, ya que la vida de sus esposos, padres o hijos es tan valiosa como cualquier otra.

Seamos capaces de reconocer en este episodio doloroso el valor incalculable de nuestra vida. ¡Hagamos que cada minuto que tenemos en nuestra existencia terrena valga la pena! Y sembremos las mejores semillas que nos permitan cosechar los mejores frutos en la vida eterna.

 

 

Escrito por: Angélica Moreno López, vía Catholic-Link.

 

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