La Estrella de Belén que condujo a los Magos hasta Jesús fue un suceso extremadamente raro y cargado de simbología. ¿Podría repetirse alguna vez?
El 21 de diciembre de 2020, los astrónomos anunciaron al mundo que se producía una conjunción de Saturno y Júpiter, fenómeno llamado «Estrella de Navidad». Desde la Tierra, ambos planetas se vieron como una única y enorme estrella brillante, evocadora de la estrella de Belén que anunció el nacimiento de Jesús.
Además, este año, el cometa Leonard (descubierto en marzo de 2021 por Gregory J. Leonard) será visible desde la Tierra entre el 12 y el 14 de diciembre. También se piensa que la estrella pudo ser un cometa como este.
Sin embargo, si la teoría de Grant Mathews es correcta, estos sucesos palidecen en comparación con lo sucedido en el cielo cuando nació Jesús, y que guió a «unos sabios procedentes de Oriente» a buscar al rey recién nacido.
¿Qué podría haber sido tan significativo?
Mathews, profesor de Astrofísica teórica y Cosmología y director del Centro de Astrofísica de la Universidad de Notre Dame, investiga normalmente en los ámbitos del origen y la evolución de la materia en el universo.
Sin embargo, como pasatiempo, ha estado reflexionando sobre qué podría haber sido tan significativo en el cielo de en torno al año 6 a.C. como para quedar inmortalizado en el Evangelio.
Mathews afirma que los magos eran sacerdotes zoroastras de Babilonia y que entendieron que la constelación Aries se refería a la tierra de Judea.
«Hay pruebas de escritos del famoso astrónomo Claudio Ptolomeo y también de la acuñación de monedas romanas en el momento en que Aries era la constelación que se consideraba asociada con la región de Judea», afirma.
«Esto era particularmente significativo, ya que Aries también era la constelación que contenía el equinoccio de primavera en aquel tiempo y un evento que ocurriera en Aries implicaría, por tanto, la redención y la nueva vida asociadas con la llegada de la primavera».
Alineación planetaria
De modo que una alineación planetaria en esa parte concreta del cielo – donde estaba Aries – llamaría la atención.
«Curiosamente, tenían su propia creencia en la venida de un mesías, pero sus creencias reflejaban un sentido de determinismo, lo cual, a su modo de ver, estaba conectado con los movimientos del Sol, la Luna y los planetas en el cielo», dijo Mathews en una conferencia que dio hace unos años en Notre Dame.
«En su sistema de creencias, cada constelación del Zodiaco se asignaba a una región geográfica distinta de influencia. La ubicación del Sol, la Luna o los planetas en una constelación hablaban del carácter de una persona nacida ese día. En especial si nacían en la ubicación geográfica asociada con esa constelación».
Pero ¿cuál fue la alineación planetaria que indicó el nacimiento de Jesús?
En una entrevista de 2016, Mathes señaló que Michael Molnar presentó la hipótesis en el libro The Star of Bethlehem [«La estrella de Belén»] de que el Sol, la Luna, Júpiter y Saturno aparecieron en Aries, «con Venus en la constelación vecina de Piscis junto con Mercurio y Marte en el otro lado de la siguiente constelación, Tauro».
Lo destacable también es que Júpiter estaba en retrógrado, es decir, que desde la perspectiva de la Tierra, el planeta seguía un curso contrario al de otros planetas pero que luego revertió el curso, después de parecer que se detenía.
El Evangelio de Mateo señala: «La estrella (…) se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño». Mateo explica que «se detuvo» en Aries, la constelación asociada con Judea, donde estaba el Niño Cristo.
«En este caso, la estrella deteniéndose habría sido el planeta Júpiter (símbolo de un gobernante) que literalmente detuvo su movimiento retrógrado y ‘se paró’ en el cielo durante su movimiento entre las estrellas. La presencia de los demás planetas y el Sol y la Luna habrían fortalecido el efecto y despertado gran significación para los Magos. Por eso habrían llegado a la corte de Herodes preguntando ¿dónde está el recién nacido gobernante de Judea?».
En el sistema de creencias de los Magos, se trataba de un evento muy inusual y especial. En aquel entonces Aries era la ubicación del «equinoccio de primavera». El Sol ubicado ahí era un símbolo de primavera y redención. La concurrencia de la Luna y de Júpiter allí al mismo tiempo era el símbolo de un destino especial de un nuevo gobernante. Saturno era el símbolo de la vida. Los demás planetas «asistentes» reforzaban el evento como algo especial.
Mathews calculó que una alineación semejante no volvería ocurrir hasta más de 16.000 años después y que ni siquiera así estaría en la constelación del equinoccio de primavera.
«Realicé un cálculo a futuro de 500.000 años y no identifiqué una alineación así en el equinoccio de primavera», afirmó. «Fue un evento realmente único».
A Mathews también le resulta intrigante que fueran sacerdotes zoroastras los protagonistas de la historia.
Astrólogos no hebreos
«Hoy les llamaríamos astrólogos, pero tenían en cierto modo un sistema de creencias diferente del de la astrología moderna», comentó en una entrevista.
«Era una religión muy antigua que tenía su propia creencia en una ‘trinidad’ y en la venida de un mesías. Zoroastro significa ‘luz brillante’. Creían que las estrellas, los planetas, el Sol y la Luna eran símbolos de lo divino. El incienso era para ellos un símbolo de ‘luz eterna’ empleado en sus ceremonias».
No es de extrañar, pues, que incienso fuera uno de los tres regalos que trajeran a Jesús.
«Lo que más me sorprende de esta historia es que Dios habría hecho coincidir Su llegada con el sistema de creencias de un grupo de astrólogos no hebreos», dice Mathews.
«Ciertamente, la astrología estaba prohibida en el sistema de creencias judío. Esto explica por qué nadie en la corte de Herodes estaba al tanto de esta ‘estrella de Oriente’ de la que hablaban los Magos. ¿Qué pretendía decir Dios?».
Mathews cree que la respuesta podría ser doble. «Una es que es un símbolo del regalo de redención a todos los pueblos traído por el Niño Cristo», explicó.
«La segunda es una especie de mensaje personal a la humanidad. Como persona que estudia los cielos, puedo empatizar de algún modo con los Magos en que, incluso en la ciencia moderna, como era el caso de esos antiguos astrónomos, exploramos los cielos en búsqueda de evidencias de la creación y del Creador. Y entonces, como hoy, Dios recompensa a quienes Le buscan con todo su corazón. Creo que los Magos buscaban con todos sus recursos y su ser evidencias de un creador de todas las cosas en los cielos. Y que Dios decidió recompensar eso».
Escrito por: John Burger, vía Aleteia.
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