Un estudio lo confirma: cuando la persona con la que decides compartir tu vida es también tu mejor amigo, la felicidad se multiplica.
El matrimonio asociado a la amistad tiene una base más sólida. No sólo se comparten ideas y valores comunes que con el tiempo se fortalecen, sino que posibilita la vivencia de una relación más profunda, honesta y de aceptación mutua que ayudan a consolidar el amor.
Puedes hablar en un código propio
Cuando dos enamorados son amigos, muchas veces pueden saber con facilidad lo que el otro está pensando aunque no digan nada. Una mirada rápida, una frase o una simple palabra comunican algo específico y lleno de sentido aunque para otras personas no signifique nada.
Lo pasas bien y te diviertes
Dos amigos lo pasan bien, se divierten y disfrutan el tiempo juntos. Aquellos espacios exclusivos que compartes con la persona que amas a través de actividades y rituales diarios, alimentan la afectividad positiva y van poblando tu memoria de buenos recuerdos.
Te haces más fuerte en la adversidad
Con un amigo nunca te sientes solo cuando tienes que pasar por momentos difíciles. Cuando tengas que gritar, llorar o estar en silencio, esa persona estará allí contigo. Hará algo que te ayude a sentirte mejor y estará a tu lado en cada paso para acompañarte. Serás una persona más fuerte y el amor, con cada obstáculo, será aún más grande.
Te sientes completamente cómodo
¿Esos pijamas que tienen años y tienen agujeros por todas partes? Estarás tan cómodo con el otro que esas cosas que tal vez no te atreverías a usar en público, no serán un problema delante del otro. Todo lo contrario: ¡las encontrará asombrosas!.
Eres capaz de hablar literalmente sobre todo
Desde conversaciones filosóficas hasta menús de comida, nunca te faltará tema para hablar. Cuando tienes un vínculo de amistad real que ha podido madurar con el paso del tiempo, creas un nivel de confianza que al ser auténtica no tiene límite y te lleva a compartirlo todo.
Disfrutas de los espacios de silencio
Muchas veces las palabras no son necesarias. No todos los momentos tienen que estar llenos de conversaciones. El silencio no es algo incómodo, sino una experiencia que al compartirse con el otro se transforma en presencia. Uno siente que verdaderamente “está en casa”.
Tienes una oportunidad para ser mejor
Puedes escuchar y decir las cosas más terribles y aun así encontrarás el perdón y la reconciliación. Hay un conocimiento de las debilidades y una aceptación mutua no por lo que hacemos, sino por lo que somos. Puedes incluso avergonzarte o reírte de tus propios defectos con el otro y sabrás que su presencia en tu vida te ayudará a ser una mejor persona.
Encuentras más alegrías que tristezas
Por cada conflicto o desacuerdo, encontrarás más ocasiones que harán que el corazón se eleve y sepas lo afortunado que eres; tal como ocurre cuando los ojos se iluminan al notar que el otro viene a tu encuentro o el espíritu reposa en un tierno abrazo mientras duermes.
Sientes que el tiempo nunca es suficiente
Los días podrían ser largos y aún así el tiempo no sería suficiente, los años podrían ser muchos pero volveríamos a contar de cero. Conformarse con toda una vida juntos parece lo más lógico, pero tampoco parece alcanzar cuando uno de los dos se marcha. La verdad es que no podemos imaginar nuestra vida sin esa persona y pasar por ella sin estar agradecido.
Por Cecilia Zinicola, vía Aleteia