Compartir:

¿Qué siente una madre al escuchar el primer latido de su bebé? Hablemos de lo que no se admite…

#Corazónquesiente es el video que pertenece a la campaña por la vida que lanzó NEOS hace unos meses. La primera vez que vi una campaña similar fue alrededor del 2011. Siendo madre recién estrenada, la medida me pareció fabulosa. ¿Qué madre podría resistirse al encanto del latido del corazón del ser que anida en tu vientre? ¡Cuántos niños serían salvados gracias al encanto de ese ritmo vital!

Con el pasar del tiempo y la experiencia de escuchar y leer a tantas mujeres, me voy dando cuenta de que lo que para mí (y para muchos) es un sonido dulce que despierta ilusión, para otros puede ser un despertar (ojalá) de conciencia dramático, muy doloroso e incluso confuso.

En ese sentido podría, o mejor dicho, trataría de entender a aquellas personas que, creyendo defender con toda convicción los derechos reproductivos de las mujeres, se oponen a esta normativa sine qua non para la realización de un aborto, creyéndola una normativa injusta y de la peor manipulación.

 

 

¿Qué son los derechos reproductivos?

Antes de llegar a cualquier conclusión, creo que deberíamos empezar por entender lo que la normativa de los llamados derechos reproductivos significa. Estos derechos nos hablan de la facultad que deben tener las personas para decidir libre y responsablemente sobre todos aquellos aspectos que tengan relación con su reproducción. Esto implica decidir, con responsabilidad, si tener hijos o no, la cantidad y con quién.

Los aspectos relacionados con la reproducción humana son múltiples. En el ser humano, la reproducción está unida a la afectividad estrechamente. Es por esto que estos «derechos» buscan también garantizar el disfrute, la libertad, el respeto a la dignidad de las personas en este ámbito.

En una primera aproximación estaría muy de acuerdo con estos «derechos». Pero, si los miramos con detalle, podemos darnos cuenta de que la dimensión de la sexualidad humana es tan amplia que excede notoriamente su campo de acción. Como evidencia, reconocemos que en varios casos estas supuestas libertades y derechos terminan mutilando el propio sentido de la sexualidad.

¿Derecho, libertad o responsabilidad?

Repartir anticonceptivos, educar en cómo utilizarlos y, en última instancia, tener acceso libre y legal a un aborto, no significa estar ejerciendo ningún derecho libremente, ni estar siendo realmente responsable. La información que nos proporcionan las campañas fruto de esta legislación a nivel mundial es información sesgada, es decir, información a medias o incompleta.

Aprender sobre sexualidad humana es un proceso que dura toda la vida. La capacidad reproductiva del ser humano efectivamente debe ser enseñada para poder ejercerse libre y responsablemente. Más que un derecho, debería ser mirada como un don al cual hay que cuidar por el impacto tan potente en nuestras vidas.

Entender que el placer que se obtiene de la actividad sexual nunca puede divorciarse de la potencia reproductiva, es clave. Ambos están íntimamente unidos, incluso en condiciones de infertilidad.

Educar a un ser humano en sexualidad y derechos reproductivos implica comprometerse personalmente con el desarrollo del individuo como persona en todas las etapas de su vida (desde su estado de embrión hasta la muerte natural). Educarlo en sus afectos, en sus impulsos, en su biología, en su psicología, en toda su afectividad es una tarea no menor.

Es un reto enorme, seguramente no lucrativo, entre otras razones, por la curva de aprendizaje «demasiado» extensa para algunos, imposible para otros.

 

 

El latido de un corazón que se forma dentro tuyo

Así pues, frente a las campañas millonarias de anticonceptivos, «educación sexual» (a medias), escuchar el pequeño latido del corazón de un embrión humano (que por ser embrión no deja de ser humano) que empieza a desarrollarse en el vientre de su madre (lo desee o no), se convierte, efectivamente, en un despertador de conciencias.

Un despertar que puede ser muy dulce, en muchos casos, pero también muy duro en otros. En cualquiera de los dos casos, es vital el apoyo a estas mujeres, a estas parejas, que no vieron otra salida más que la de un aborto.

No vale solo defender la vida si no te vas a comprometer con todas las vidas involucradas en un embarazo: la mujer madre, el padre que engendró ese niño y el niño por nacer. Esta ecuación funciona para todos los casos, incluso en los más dramáticos. Porque hacer el bien implica dar a cada uno lo que a cada uno le corresponde.

 

Escrito por: Silvia Ramos, vía Catholic-Link.

 

Compartir: